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Sep2008Depre posvacacional
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Sep
Bueno. Llega la normalidad. El trabajo nos devuelve al orden, pone claridad en nuestra mente. (Perdonen, debo ir a por otro klinex, este lo tengo ya empapado)
Si todo en la vida fueran vacaciones, no se distinguiría el ocio del trabajo y el ocio acabaría siendo una pesada carga. Al fin y al cabo, el trabajo nos ayuda a santificarnos. (Mis ojos no dejan de humedecerse. El silencio en el fondo de la piscina, los paseos con mi sobrino al atardecer, las cenas en la terraza frente al mar, el libro de Hildegarda a altas horas...)
Nada nos ayuda tanto a concentrarnos como la habitual mesa de trabajo. La productividad en beneficio de la sociedad es directamente proporcional a nuestro amor al género humano. Y es nuestra colaboración cocreadora para con la obra de la creación. (No lo soporto más, mis huesos chirrian por estar tumbado junto a las olas. Las olimpiadas a deshoras tomándome un helado, la final de Nadal, los saltos de emoción y el baloncesto, la gimnasia rítmica de fondo a la hora del café, poemas a medianoche mientras papá y mamá duermen... No quiero consolarme)
Tarde o temprano hay que enfrentarse a las decisiones. Los retos siempre te han enriquecido. Cuando termines las recensiones pendientes te sentirás muy satisfecho. Lo importante es dejar una obra literaria novedosa, y eso requiere disciplina. El hombre organizado responde a la intrínseca naturaleza racional de la cual es medida. (Las canciones de Amaral, la cerveza Coronita, sudar en el gimnasio, la música house en el coche, los puestos de baratijas de los negros en el puerto, el montón de camisetas a un euro en el mercadillo, los desayunos en bañador, correr detrás de Emmanuel que se escapa por la playa, las hamburguesas insanas en el paseo marítimo, la crema hidratante obligatoria tras el sol... ¡Si es que no hay consuelo!).