Todos estamos invitados es el título de la última película de Manuel Gutiérrez Aragón. Junto a él, firma el guión Ángeles González Sinde, la presidenta de la Academia de las Artes Cinematográficas. Parece como si al cine español, tan criticado por salir a la calle para algunas causas y no para otras, criticado por su silencio políticamente interesado para con el terror y la extorsión terroristas, le hubiera llegado de pronto la necesidad de redimirse y, con esta película, hubiera optado por tomar partido clara y decididamente a favor de las víctimas del miedo, la amenaza y la persecución.
La película se moja, ciertamente. Sus intenciones son valientes. No quiere centrarse sólo en las víctimas o en los asesinos, sino, sobre todo, en tanta gente que mira para otro lado. Bienvenida sea al séptimo arte la valentía (algunas excepciones sí que había, pienso en el excelente documental de Elías Querejeta Asesinato en febrero).
Pero el resultado deja bastante que desear. El guión está mal hecho: es previsible, deja lagunas importantes. Los personajes son planos, llegando a tópicos y perdiendo credibilidad. Parece como si estuviera escrita con demasiada prisa e intención de salir al paso de las acusaciones de, pues eso, mirar también a otro sitio... Repito que la misma presidenta dela Academiafirma el guión. Los diálogos están sobrescritos sobre los labios de los personajes. Estos dicen lo que les han puesto, y en lo escrito habla demasiado el yo del director y la guionista.
Pero insisto: la película es valiente. Es clara. Es directa. Es necesaria. Para ser vista y ser hablada. Para sentir el miedo, la falta de libertad, el vivir con la vida escoltada, con impotencia. Para vivir una vida en la que te hacen el vacío, te tratan con ira impune, se meten en tu casa para que tú salgas de ella. Para poner en imagen y sonido la mentira, enrocada sobre sí misma como la serpiente etarra... Pero también para sentir a los que resisten.
Y me despido con un ejemplo de entrevista capciosa, mal hecha, malintencionada, inobjetiva... Les copio un trozo de la entrevista hecha por El País al director del film. Habla por sí misma:
Pregunta. En su película, y siempre dentro de ese enfoque descriptivo o didáctico, el personaje del cura resulta especialmente despreciable por adoptar deliberadamente esa siniestra actitud ante lo que ocurre. Es de un fariseísmo tan perverso como fácilmente comprobable en buena parte del clero y la jerarquía eclesiástica vasca.
Respuesta. Por una vez, voy a defender a la Iglesia vasca. Tenga usted en cuenta que la represión franquista afectó también al nacionalismo vasco, al democrático y al totalitario. De esa igualdad de represión a unos y otros han venido no pocos equívocos heredados en la época democrática. ¿Se acuerda usted de cuando nosotros, en el franquismo, llamábamos a los chicos de ETA valerosos luchadores por la libertad de Euskadi? Aquí hay para todos. Recuerde usted también que muchos de los hoy perseguidos por ETA colaboraron en publicaciones abertzales. Nadie tiene obligación de ser profeta, pero por lo menos hay que tener memoria.
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