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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

18
Abr
2008

Todos estamos invitados

3 comentarios

Todos estamos invitados es el título de la última película de Manuel Gutiérrez Aragón. Junto a él, firma el guión Ángeles González Sinde, la presidenta de la Academia de las Artes Cinematográficas. Parece como si al cine español, tan criticado por salir a la calle para algunas causas y no para otras, criticado por su silencio políticamente interesado para con el terror y la extorsión terroristas, le hubiera llegado de pronto la necesidad de redimirse y, con esta película, hubiera optado por tomar partido clara y decididamente a favor de las víctimas del miedo, la amenaza y la persecución.

 

La película se moja, ciertamente. Sus intenciones son valientes. No quiere centrarse sólo en las víctimas o en los asesinos, sino, sobre todo, en tanta gente que mira para otro lado. Bienvenida sea al séptimo arte la valentía (algunas excepciones sí que había, pienso en el excelente documental de Elías Querejeta Asesinato en febrero).

 

Pero el resultado deja bastante que desear. El guión está mal hecho: es previsible, deja lagunas importantes. Los personajes son planos, llegando a tópicos y perdiendo credibilidad. Parece como si estuviera escrita con demasiada prisa e intención de salir al paso de las acusaciones de, pues eso, mirar también a otro sitio... Repito que la misma presidenta dela Academiafirma el guión. Los diálogos están sobrescritos sobre los labios de los personajes. Estos dicen lo que les han puesto, y en lo escrito habla demasiado el yo del director y la guionista.

 

Pero insisto: la película es valiente. Es clara. Es directa. Es necesaria. Para ser vista y ser hablada. Para sentir el miedo, la falta de libertad, el vivir con la vida escoltada, con impotencia. Para vivir una vida en la que te hacen el vacío, te tratan con ira impune, se meten en tu casa para que tú salgas de ella. Para poner en imagen y sonido la mentira, enrocada sobre sí misma como la serpiente etarra... Pero también para sentir a los que resisten.

 

Y me despido con un ejemplo de entrevista capciosa, mal hecha, malintencionada, inobjetiva... Les copio un trozo de la entrevista hecha por El País al director del film. Habla por sí misma:

Pregunta. En su película, y siempre dentro de ese enfoque descriptivo o didáctico, el personaje del cura resulta especialmente despreciable por adoptar deliberadamente esa siniestra actitud ante lo que ocurre. Es de un fariseísmo tan perverso como fácilmente comprobable en buena parte del clero y la jerarquía eclesiástica vasca.

Respuesta. Por una vez, voy a defender a la Iglesia vasca. Tenga usted en cuenta que la represión franquista afectó también al nacionalismo vasco, al democrático y al totalitario. De esa igualdad de represión a unos y otros han venido no pocos equívocos heredados en la época democrática. ¿Se acuerda usted de cuando nosotros, en el franquismo, llamábamos a los chicos de ETA valerosos luchadores por la libertad de Euskadi? Aquí hay para todos. Recuerde usted también que muchos de los hoy perseguidos por ETA colaboraron en publicaciones abertzales. Nadie tiene obligación de ser profeta, pero por lo menos hay que tener memoria.

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alfonso
25 de abril de 2008 a las 20:37

Felicito que en la página web de dominicos alguien se haga eco de esta película, y en el fondo de su temática centrada en particular sobre el estado de las cosas y de las personas en el País Vasco (también aplicable a otras situaciones pues habla del miedo de los atacados y de la sórdida complicidad de los más viles), así como comparto la gran mayoría de las acertadas afirmaciones sobre ella de Antonio Praena y lo que dice Gutiérrez Aragón sobre el clero vasco.
Me alegra que haya una película española. A pesar de que el tema se presta al tipo de emoción más cinematográfica, no existen todavía películas relevantes (ni siquiera irrelevantes) sobre la opresión etarra en dicho País. Me refiero a obras de ficción, naturalmente: en el terreno de los documentales los hay excelentes, pero aún falta un film sobre el tema equivalente a Missing, El pianista o La vida de los otros.
En España no hay censura, como es sabido, y cualquiera puede ser héroe por un día denunciando sin riesgo la guerra de Irak, pero poner en solfa de veras al nacionalismo puede traerle problemas: en las conferencias de la Universidad, en las salas de proyección y a la hora de las subvenciones locales. Además, se hace uno antipático: imagínense el rechazo que despertaría en la comunidad pseudo-progre una denuncia filmada de la actitud agachadiza de los intelectuales de izquierda frente al terrorismo los pasados años y su apoyo sectario a un proceso de paz. Alfonso

alfonso
25 de abril de 2008 a las 20:41

No sé si está película era necesaria, pero tengo claro que nos habla con coraje y cierta lucidez de comportamientos y actitudes de mucha gente normal, ciudadanos pacíficos y bienintencionados, del silencio culpable de parte de la sociedad vasca que prefiere vivir como si no pasara nada ante el acorralamiento y la soledad de todos aquellos que están en el punto de mira de las pistolas de ETA y sus secuaces. Nos intenta hablar del miedo colectivo, de las tan humanas como mezquinas razones para mirar al otro lado cuando el espanto se va a ensañar con tu vecino, tu conocido, tu amigo o tu colega gastronómico, de la estratégica pasividad ante el monstruo terrorista y la conveniente hipocresía para evitar problemas (recordemos la interesante La ley de silencio, de Elia Kazan). El plano del gentío en las fiestas de San Sebastián, justo después del plano de un asesinato, es muy elocuente: se mata impunemente porque todos están mirando a otro lado (¿será para sobrevivir?). Además, la hipocresía, la mezquindad o el temor ¿no se ocultan fácilmente tras un encogimiento de hombros?. Narciso

alfonso
25 de abril de 2008 a las 20:43

Efectivamente, cinematográficamente la película presenta algunos serios problemas de guión y algunos diálogos son muy literarios y están interpretados con muy poca naturalidad. Tampoco está acertado el diseño poco creíble de algunos personajes. Sin embargo los aspectos técnicos, como los efectos especiales, la fotografía y la banda sonora de Illaramendi son brillantes. Todo ello para mostrar con suficiente realismo la actitud de quienes en la falsa fraternidad tripera del vasquismo folklórico y gastronómico venden la solidaridad con el acosado por un plato de kokotxas: no es que sean incapaces de jugarse la vida, es que ni siquiera se arriesgan a perder el postre.
Y según las declaraciones de su director, lo ocurrido en rodaje, con sus defecciones y escaqueos de posibles participantes, etc., daría para argumento de otro film.
Cuando aparecen los títulos de crédito finales, he seguido pensando en ella, porque eso ocurre aquí y ahora. Y da mucho miedo. Nacho

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