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Jul2008¡Que viva el fútbol!
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Jul
Me dejo llevar por la euforia futbolística y patriota para cantar las excelencias del futbol y del deporte en general. Creo que el deporte hace a la gente más sana en todos los sentidos y que eso que llamamos deportividad o espíritu deportivo encierra muchos valores constructivos para la vida espiritual.
Nos enseña a mantener el control sobre nuestro cuerpo y a saber oponernos a sus tendencias, digamos, más perezosas. Nos hace ver la necesidad y ventajas de la disciplina. Nos ayuda a canalizar nuestra agresividad y a axpulsar las venenosas toxinas no contra nadie. Nos enseña que sufrir no es siempre destructivo, sino que podemos reorientar el esfuerzo y el dolor en beneficio de nosotros mismos o nuestros compañeros de juego, de camino, de vida... Nos hace más duros en los aspectos en que esto puede ser positivo y necesario ante la vida. Nos enseña a aceptar nuestros límites y a buscar estrategias de superación de los mismos. Nos enseña a perder y nos obliga a reconocer los méritos, esfuerzos y logros del otro de manera, pues eso: deportiva. Nos enseña el punto en que lo competitivo puede ser motivo de crecimiento y, a la vez, a discernir dónde está el límite entre hacer la competencia –en el sentido desleal- y ser competidores que se reconocen en su valía personal: lo primero cae fuera de lo deportivo, lo segundo nos obliga a la objetividad. Nos enseña a trabajar y vivir en equipo. Nos enseña que detrás de un atleta hay mucha gente, que solos no llegamos muy lejos. Nos enseña a ser humildes y, en los momento de gloria, a no ser narcisistas y a volver empezar sin bajar la guardia.
Cierto es que algunos vicios ensucian la realidad del deporte. Pensemos en el dopaje o los traspasos millonarios de deportistas entre clubes. Pero, si lo desacreditan, lo hacen precisamente en cuanto que son fenómenos totalmente antideportivos. Van contra la esencia del verdadero espíritu deportivo. Por otro lado, pocas realidades de la vida, incluso las más nobles, están a salvo de las tentaciones del dinero o del engaño.
Porque San Pablo toma la figura del deportista (atletas de Cristo), porque hemos ganado