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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor


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15
Abr
2013
Universitarios en Salamanca
2 comentarios

Extenuados, regresamos anoche de Salamanca. Han sido tres días de visita cultural y, por supuesto, lúdica con un grupo de colegiales mayores.

 

 

La verdad es que no ha podido ir mejor. Ha sido un viaje espectacular: las rutas culturales, la diversión, el tapeo, la convivencia. Hemos aprendido, hemos compartido, nos hemos divertido, hemos ligado (bueno, de esto me excluyo yo, por supuesto). Podría detenerme en muchos momentos especiales, como la visita al conjunto de San Esteban, donde los frailes nos han atendido de mil amores. Me ha alegrado comprobar el fantástico trabajo que realizan mostrando, a través del arte, la misión evangélica de los dominicos, su implicación con la lucha por la justicia a través de la sala del Capítulo Antiguo y las citas de los sermones impregnados de compromiso social de los dominicos en América. Nos lo han mostrado con tanta pasión que uno de los colegiales, al salir, concluía: “¿entonces podemos decir que en esta sala se reunió el primer consejo de la ONU?”.

 

Uno de los lugares que no quería dejar de visitar ha sido el Palacio de Anaya, sede actual de la Facultad de Filología de la USal. Es para mí un lugar especial y quería compartirlo con los colegiales. A ella acudía en mis años de estudio de teología en busca del consejo, las correcciones y opiniones de los amigos poetas que admiraba: Sánchez Zamarreño, Mercedes Marcos, M. Ángeles Pérez López, J. A. González Iglesias y siempre me detenía ante el busto de Unamuno, quien mandó esculpir en su solapa una pequeña cruz. Nos hicimos fotos con Unamuno mientras consideraba cómo mis angustias existenciales de aquellos años de estudio y de búsqueda, tan unamunianas, habían ido diluyéndose mientras han aparecido otros sentimientos que me siguen hermanando con Don Miguel: el paso del tiempo, la cercanía de la muerte.

 

En mi próximo libro –ya está todo listo, incluida una curiosa portada- lo expreso en un poema que comienza así:

 

Tampoco yo, Don Miguel de Unamuno,
quiero morir.

 

 

 

Gracias a la maravillosa alegría de los muchachos he vuelto de Salamanca sintiéndome más vivo. Bueno, a ellos y al cochinillo que compartimos a la vuelta por Segovia. Gracias, chicos, sois fenomenales!


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14
Mar
2013
Papa Francisco
2 comentarios


Signos de los tiempos: el nuevo papa es religioso, jesuita. El director de Vida Nueva comentaba hace un par de noches en una tertulia en Televisión Española que sería un buen signo que el nuevo Papa fuera un religioso. Así se ha cumplido.

 

 

El español es su lengua materna. Como dato, se calcula que en una década la mitad de los estadounidenses hablarán español, la lengua de San Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola o fray Luis de Granada. Suponemos que la lengua en que rumiará sus encíclicas y textos más significativos será nuestra común lengua materna.

 

Es el primer Papa latino americano. De esto ya se ha hablado mucho y bien. Sólo por poner una nota pintoresca, señalaré que un conocido mío de Facebook escribía en su muro que con este hecho culmina la barbarie colonizadora de Europa sobre América… En fin, creo que el comentario no necesita apostilla ninguna.

 

Bergoglio se llamará Francisco: vuelta al evangelio desnudo, a la pobreza, a la simplicidad, a los márgenes del mundo. También por las redes me decía una amiga que conocidos amigos sacerdotes suyos le comentaban que siempre ha apoyado y estado presente en los poblados chabolistas.

 

Por al menos tres veces se ha referido a sí mismo como obispo de Roma, y, en esa eclesiología que subraya que el ministerio viene del Espíritu por el pueblo de Dios, antes de dar la bendición ha pedido la bendición de la Iglesia en oración y silencio. Me quedo con la imagen de un papa inclinado ante la multitud para recibir la bendición.

 

Lleva una sencilla cruz sobre el pecho y tiene cara de buena gente. Fue profesor de literatura. Viva el Papa!

 

 

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4
Mar
2013
Literatura y vida
5 comentarios

 

Me suele suceder. Hechas las cosas, escritas las palabras, medidos como minutos los versos, llega el momento de las revisiones, de corregir y de pulir hasta la extenuación. Encontrar una palabra puede quitarme el sueño. Salvar ese tropiezo que interrumpe el curso hermoso de unos versos milagrosamente encadenados puede tenerme dando vueltas varias horas.

 

 

También es el momento de elegir. Si retiro esta palabra, evito la asonancia, el subrayado, el adorno innecesario, pero pierdo precisión, porque esta es la palabra más precisa, la primera que vino, la del instinto y la frescura. ¿Sentido o sensación? ¿Emoción o rigor? Déjalo estar, ya llegará.

 

Es una lucha, casi una guerra; más que un forcejeo. No disfruto. Tengo que escudriñar en la memoria, templar mi corazón, tener paciencia, volver una y mil veces sobre el párrafo difícil, escuchar las recomendaciones y, a la vez, ser dócil al misterio y no dejar que nada enturbie el no sé qué que oíste un día. Discernir qué es terquedad y qué intuición.

 

Es el momento de vencer la vanidad, cubrir cimientos y pilares para que el conjunto parezca natural, sobrio, fácil. Es el momento de olvidarse de lo que querías decir para escuchar como si no te conocieras, como si fueras otro, otras vidas diferentes y lejanas. Sabes -lo has experimentado en otras ocasiones- que nada va a hacerte tan feliz como el desposeerte, el no pertenecer a tu propio mundo y, sin embargo, sientes el mismo temblor, el mismo miedo de otras veces: un desvalimiento de niño. Cada renglón, cada silencio, cada imagen será otra cosa en otros ojos.

 

No, no estoy hablando de mi inminente nuevo libro. Quizás estoy hablando de mi vida.


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22
Feb
2013
Yo he querido ser grúa muchas veces
13 comentarios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me tranquiliza un amigo y me dice que no, que no incurro en ninguna falta ni me va a ocasionar ningún problema editorial si doy a conocer en mi blog un poema de mi próximo libro, “Yo he querido ser grúa muchas veces”, que anteayer fue considerado merecedor del Premio Tiflos de Poesía 2013.

 

 

Así es que dejo aquí el poema Grúas, en el que está contenido el título del libro.

 

 

 

GRÚAS

 

Me conmueven las grúas en invierno.
Parecen estar vivas y cumplir
su vértigo llenándose de grajos
que bordan en su acero un pentagrama.

 

La esencia de las grúas son las aves
de paso. Las cruces de este siglo,
donde todo se mueve, son las grúas:
inmóviles, calladas, imposibles.

 

Yo he querido ser grúa muchas veces,
recibir la nevada antes que el mundo,
los pájaros, los rayos matutinos…
y ser desmantelado cuando acabe
la obra en la que elevo humilde carga.

 

Las grúas son amigas de los pájaros.
Que vengan y se posen en mis hombros
mientras huyen del frío es mi deseo.
Que canten para mí, ser para ellos
el árbol más sencillo, pues apenas
un eje vertical y un brazo abierto
conforman mi estructura permanente.
(Vendrá la muerte a dar vida a este sueño
haciéndome también ave de paso).

 

Y, mientras, ser tan sólo un trasto útil
entre el cielo y la tierra. Algo invisible
a los ojos de todos pero nunca
al ojo diferente de los grajos.

 

 


Y quiero dar aquí las gracias a todos los amigos que, a lo largo de la gestación de este libro, me han aguantado con paciencia y bondad y han contribuido con su criterio honesto a mejorarlo: a Yolanda, Almudena, Vicente, Katy, Rodrigo, Pablo, Celeste, Dani, Javier, Alicia, Pedro, Juan Carlos, M. Carmen, Manolo
.

 

A mis hermanos de Granada, que amortiguan mis insomnios: Abelardo, Delfín, Álvaro, Pepe, Paco, Paco, Pachi.

 

A los pájaros, verdaderos protagonistas de estas grúas y este asombro.


 

 

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17
Feb
2013
La muerte de los otros
1 comentarios


Lo había olvidado, pero el poema había estado ahí, en la cartera de su abuelo, desde que se lo dedicó con apenas ¿9, 10, 11 años? El abuelo había llevado siempre consigo esa hoja de libreta a dos rayas con el primer poema de su nieta que, sencillamente, celebraba una tarde en el campo mientras él regaba unos perales.

 

 

Pero ella había visto las cosas de otra manera todo este tiempo y, por supuesto, los poemas del campo, los cantos de infancia y de familia; las exaltaciones de árboles, pájaros o nubes le parecían bastante poca cosa y poco originales. Le convenía poner distancia de cualquier camino que le hiciera resbalar por lo sentimental. Había decido que la ciudad sería el escenario de sus versos; que los ambientes oscuros, los personajes al límite, las sensaciones antes que las emociones, constituirían el material de su literatura.

 

Sin embargo, momentos como este, horas que siguen a los funerales, esta tarde misma en la casa del abuelo poniendo orden y quemando viejos papeles, obligaban a una especie de desnudez. Sinceramente: llevaba tiempo sin nada que decir, sin una maldita estrofa con el mínimo de intensidad.

 

Y aquel papel de libreta a dos rayas con esos versitos poblados de perales, pájaros y nubes escritos a sus 9 años y guardados tanto tiempo en la cartera del abuelo… En fin, claramente, que había sido una estúpida y una pedante queriendo ser quien no era. Y claro, muda, porque hasta las máscaras literarias deben tener algo que decir. Al fin y al cabo ¿qué podía contar ella de Djuna Barnes o de Marguerite Yourcenar que no hubieran dicho ellas mismas? Se quiso diferente y era ahora una vulgar poeta del montón sin nada que decir. El contenido encuentra su forma, la materia crea lenguajes. No a la inversa.

 

Ahora, la muerte del abuelo, la muerte de los otros, la devolvía a su propia vida. Al asombro, a la luz de decir, a las cosas que son verdaderas y que por ello nunca se repiten por más que se canten mil veces. La vida del abuelo había guardado durante años lo más puro de su propia vida y de su voz. La muerte de los otros nos enseña que no hay tiempo que perder. Y entonces derramó lágrimas que le limpiaban tantos años de imbecilidad.


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11
Feb
2013
Benedicto XVI deja el pontificado
4 comentarios


La noticia ha copado la última hora de las cadenas de televisión, de radio, los teletipos. Las redes sociales están que arden y ya está el texto en español que parece confirmarlo: el Papa Benedicto XVI dejará el pontificado a las 20,00 horas del 28 de este mes.

 

 

Nada lo impide, ni evangélica, ni teológica ni canónicamente hablando. Pero lo absolutamente inusual –algún precedente medieval hay- hace de ésta una noticia única. Ya se escuchan comentarios de todo tipo: desde los más frívolos y banales a los maximalistas que afirman que “el papado sólo lo rompe Dios con la muerte”. En fin, lo que es no saber y los malos resultados de las buenas intenciones.

 

Pero yo quiero hacer un breve comentario que sé que muchos no compartiréis: creo que este Papa ha sido –es- un buen Papa en muchos sentidos. Yendo a los textos, más allá de desafortunadas declaraciones tergiversadas en los medios y más allá de algunos puntos concretos en los que creo que la buena intención y la ingenuidad le han jugado malas pasadas, como en el caso de los lefebvrianos, me parece que es de justicia proceder con seriedad: su primera encíclica, “Dios es amor”, y las dos siguientes, “Salvados en la esperanza” y “Caridad en la verdad”, sobre los problemas sociales y económicos actuales, son bastante buenas. Van al fondo y, en el caso de la última, se denuncian realidades acerca de la especulación y de la ética social y económica que nos sería muy conveniente tener presentes en los tiempos que corren.

 

Por otro lado, aún cardenal, fue el primero en abordar el tema del fundador de los Legionarios de Cristo, así como en promover la clarificación y las medidas drásticas en los casos de denuncias de abusos a menores, aspectos que le granjearon antipatías y enemistades. Ha sido de los que desde el principio ha dado máxima importancia al diálogo ecuménico. Ha puesto a religiosos -jesuitas, salesianos, dominicos- en los cargos de máxima responsabilidad. Ha dialogado con los intelectuales ateos desde un conocimiento serio de las filosofías de este tiempo. Ha frenado alguna caza de brujas, desde un criterio evangélico, teológico y filosófico serio, caritativo y riguroso.

 

Este mismo hecho de dejar el pontificado, sin precedentes en la era moderna, es un signo, un signo de que algunas cosas que se han hecho siempre de determinada manera no tienen razón de ser y, por lo tanto, pueden realizarse de otra forma. No me quiero alargar ni es mi intención polemizar. Sólo quiero manifestar mi gratitud por todos sus esfuerzos y unirme a su oración, aun cuando a mis lectores ateos y beligerantes para con lo religioso les parezca mal. Seguro que en la amistad, porque están entre mis mejores amigos y ellos lo saben, me comprenden.

 


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6
Feb
2013
Amor, amor...
4 comentarios

 

Me gustaría saber por qué, pero no. Por qué, precisamente en los tiempos que corren, vuelve el personal a escribir sobre el amor. Poetas que me importan y que no me suelen dejar indiferente vuelven con intensidad al amor. Y mira que si hay algo peligroso en poesía es escribir de amor, que está todo dicho, que es un terreno minado de cursilerías, lugares comunes, vacías hipérboles e imágenes ñoñas. Pero, aun así, sorteando estos escollos, hay quien se atreve a ello, como Manuel Vilas –no suele dejarme indiferente- que escribía esto en facebook:

 

 

Hasta el Amor es una construcción cultural. Mira que para que yo diga eso, que Vilas diga eso. En ese sentido, el Cristianismo fue un Top Gun del Amor. Para demostrar que el amor no era una construcción cultural, es decir, un pacto social de carácter civilizador, Cristo se dedicó a amar lo imposible de amar: leprosos, prostitutas, ladrones, escoria. Pero no tuvo éxito porque eso solo era literatura, una perfomance judía de carácter preliterario, eso era. (…)

 

El pobre Nietzsche se murió pensando que superaríamos las construcciones culturales algún día; a eso lo llamó el Superhombre.

 

Me gusta Vilas porque tiene algo que decir. Sólo una lectura estrecha sería capaz de escandalizarse con sus provocaciones que, en el fondo, no lo son tanto y que –y creo que él lo sabe, si es que existe- no son sino una mirada a lo que verdaderamente importa desde un ángulo diferente y distanciado.

 

Y sí. Creo que da en el clavo: el amor de Cristo se caracteriza por lo desmedido e ilógico. Digo ilógico como si dijera sobrenatural. Y sin rédito alguno en una estrategia social. Escandaloso, vaya. Hasta injusto, me atrevería a decir, si suponemos que la justicia ha de ajustarse a alguna medida, a lo debido.

 

Creo que von Balthasar acertó también de pleno al decir que la belleza del amor reside en su inutilidad. Nos salimos, de ese modo, hasta de nosotros mismos y de lo que podemos decir. Una razón más para definir a Dios como amor, sin más.

 

Por el amor se rompen hasta las lindes de lo que ha sido para nosotros la vida. Esa rotura es la más aproximada experiencia en vida de lo que habrá de ser la muerte. Quizá la única manera de acercarse a la muerte antes de la muerte.

 

En mi próximo libro lo digo así en un verso:

 

“No sabe del amor quien vuelve vivo”.

 

 

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3
Feb
2013
After
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Es una de esas películas que se te pasan en su momento pero que tenías que ver y un día llega pillándote desprotegido.

 

 

After, dirigida por Alejandro Rodríguez y protagonizada por Tristán Ulloa, Blanca Romero y Guillermo Toledo, se estructura en tres partes, cada una de las cuales nos muestra un fragmento de la vida de los tres protagonistas.

 

Pero lo más importante es que cada una de ellas está unida por una misma noche a la que continuamente regresamos, una noche que comienza con la cena de estos tres amigos y acaba, bien entrada la mañana, en un after abierto ante nosotros como un abisal ojo de noche.

 

Alegría, angustia, celebración, olvido, violencia, sexo, droga, ternura, rechazo, éxtasis, infierno, paraíso, fosas morales… qué sé yo. Lo cierto es que por esa noche y por ese after desfilan el vacío y la insatisfacción de una generación. Y, lo que más mérito tiene: sin contar nada, dejando que una nada muy toda, más potente de lo que un director puede domesticar, se vaya escribiendo ella solita. Sin intención de decir, sin intención de juzgar nada. Sin contar con el espectador, suficiente en su abismo y en el lenguaje propio de su abismo. Lo que no se ve, lo que no se dice, lo que nadie parece saber y está claro en cada plano, también acaba haciendo metástasis en nosotros.

 

Lo que puede escandalizar es lo que no se ve. Más escalofriante que una peli de terror. Sencillamente, brutal y hermosa. Te abre los ojos y no te deja parpadear. Los actores están soberbios.

 

Una película para entender una época y a la que asomarse sin prejuicios morales. No apta para espectadores muy sensibles, pues tanto vacío produce un vértigo de infarto y después… pues eso, como dice la canción, sólo quedan las ganas de llorar, pues ya no queda nada de que hablar. Nada. O sí.

 


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26
Ene
2013
Guarani purahéi
5 comentarios


Guarani purahéi. Cantos guaraníes. Edición de Cristian David López y José Luis García Martín. Impronta (Gijón, 2012) 70 pp.

 

 


Gran parte de la mejor poesía de la historia es de autor anónimo. Lo más hermoso que le puede suceder a un poema es acabar siendo voz del pueblo, tan del pueblo que al final dé igual quien lo haya escrito.

 

Esto es lo que sucede con estos Guarani purahéi, cantos guaraníes, editados por Cristian David López y José Luis García Martín. Son poemas o cantos que el pueblo guaraní ha conservado por tradición oral manteniendo de ese modo vivos pequeños tesoros cuya pérdida supondría un empobrecimiento para la cultura universal.

 

Al leerlos tenemos la sensación de encontrarnos ante dos realidades muy distintas y, sin embargo, relacionadas. Por un lado, la pureza, la ingenuidad de aquello que brota de forma primera y sin someterse a un cuidado demasiado reflejo. Se trata de esa sensación de estar ante palabra recién nacida, limpia aún, no maliciada y que, en analogía, nos retrotrae al misterio original del canto, del lenguaje y del hombre mismo, porque decir lenguaje es decir hombre.

 

Por otro lado, dada su tradición oral, en seguida nos damos cuenta de que, en realidad, estamos ante palabras que sí que han rodado mucho por el mundo, de boca en boca, de generación en generación, de esquina en esquina, por lo que, como todo lo que deambula por el mundo, estamos ante cantos muy rodados: el paso del tiempo y el andar callejeando puede manchar y estropear pero, a la vez, puede despojar de mina e impureza unos versos hasta dejar de ellos lo que no puede destruirse.

 

Así es que, a la vez, canto original y canto rodado, ambas cosas; asombro, ingenuidad, pureza y, en unas mismas palabras, voz trajinada, pública, muy usada. Estamos, en estos versos, ante dos maneras radicalmente diferentes de llegar a la poesía y, sin embargo, tan cercanas.

 

Por otro lado nos recuerdan que el canto popular, por sus propios derroteros, acoge las mayores profundidades del ser humano singular. No encontramos mero folclore, mito, rito u oración, sino también asombro ante la vida y la naturaleza, amor, angustia, culpa, denuncia social y hasta metapoesía:

 

Si yo canto, danzan
todas las hijas del mundo
y también las alimañas,
la luna y las estrellas
y los peces del río.

 

Por lo demás los editores hacen el inmenso regalo de descubrir a los lectores españoles (-dispongo de una edición cubana de poemas escritos en guaraní, esta vez no anónimos-) un tesoro, pues cualquier lengua lo es y no puede perderse. Parecen impronunciables y daría cualquier cosa por escucharlos de labios guaraníes, de la voz del propio editor, Cristian David López, por ejemplo, quien, junto a García Martín, ha traducido y adaptado de tal modo que también en la versión española hay música y belleza formal.

 

Una auténtica belleza estos Guarani purahéi. Una revelación inolvidable.


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21
Ene
2013
El mirador de piedra
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Que algo se mueve en la poesía española contemporánea es evidente. Nuevas voces, nuevos aires, nuevos hallazgos.

 

 

Una de la características que encuentro en estas últimas tendencia es la búsqueda de un horizonte nuevo, un no sé qué que está en el límite de la palabra, de la vida, de la naturaleza y del mundo y que, de entrada, me atrevo a llamar horizonte trascendente, por más que éste no sea religioso y se trate, en todo caso, de una trascendencia profundamente arraigada en el aquí y en la materia, en la inmanencia hermosa de este mundo y este tiempo.

 

Pero el vuelo hacia lo distinto es a veces errático. Lo desconocido, el misterio de las cosas más profundas y más elementales, parece que no se encuentra muy a gusto en propuestas y versos que parecen distintos pero que no lo son y, sobre todo, no dicen nada y hasta pueden estar simplemente jugando al “te golpeo, oh lector, oh crítico, con mi genialidad”.

 

La cuestión fundamental me parece que es esta: ¿cómo y, sobre todo, quién activa lo distinto, dice la hora mágica, el misterio del mundo, lo más allá que nos rodea y, a la vez, nos trasciende, de una manera verdadera, honesta y lo suficientemente valiente como para que este misterio se deje sentir, quiera anidar auténticamente en sus versos?

 

En quienes esto sea una realidad felizmente alumbrada está la clave de la poesía futura, la que ya está llegando. Y, desde luego, para mí uno de esos poetas diferentes y de ningún modo domeñables por cualquier otro interés que no sea la libertad, la belleza, la profundidad y el riesgo es Rubén Martín Díaz.

 

Ya nos había asombrado con “El minuto interior” (Rialp, 2009), merecedor del premio Adonáis, y ahora vuelve a confirmar lo que allí anticipaba regalándonos “El mirador de piedra” (Visor, 2012), merecedor del Premio Hermanos Argensola.

 

Encontramos en los veros de este libro ese algo más al que apuntábamos: un vuelo hacia el fulgor y una inmersión en el misterio de la naturaleza y del hombre que no necesita romper la lógica, la armonía, la claridad y la compresión para introducirse y arrastrarnos consigo hacia zonas de la realidad y del lenguaje que trascienden lo meramente visible estando profundamente inmerso en ello.

 

Los poemas consiguen despegar de lo ya sabido, lo ya dicho y sus escenarios, sus tonos y sus registros sin necesidad de golpearnos con rarezas, extraños silencios, misticismos vacíos o rupturas sintácticas. Y es en ello donde considero que la poesía de Rubén se nos presenta como exponencial de esa novedad que venia queriendo romper en la poesía española, lográndolo desde lo mejor de la tradición y haciéndolo como si no fuera difícil.

 

En “El mirador de piedra” está Claudio Rodríguez y a veces escuchamos a Colinas, el último Vicente Gallego, Javier Lorenzo o algún eco de Carlos Marzal (ese preciso empeño de los días / que estriba en arrimar su lumbre al ascua). Pero Rubén es completamente su propia voz y ello, ser él sin pretenderlo y sin subrayarse a sí mismo, es lo que permite esta simbiosis de influencias. Lo que hace el libro tan suyo, tan de todas otras voces y tan nuestro.

 

Acoge en el poema el paisaje que mira y abraza con la palabra lo mirado:

 

No te pienses el agua desde ti,
sé el agua desde el agua
y no regreses nunca a la duda del hombre.

 

No hay mera recreación de la naturaleza; hay fusión entre el paisaje y la verdad de las cosas que en él se esconde y que se manifiesta en la voz del poeta sin que el poeta lo agote, lo atrape, lo posea. Hay sujeto y no lo hay.

 

El libro se distribuye en tres partes flanqueadas por un preludio y un epílogo. El preludio nos prepara para fundirnos con la naturaleza y el epílogo culmina revelándonos el secreto del mirar: captar el detalle y preservar la armonía del todo.

 

En la primera parte un paisaje concreto de la Sierra de Cazorla y sus naturales habitantes son los protagonistas. Son los nombres concretos de animales, fuentes, picos y el propio mirador que da nombre al título y al que el poeta ha regresado encontrando lo que allí dejó de niño y algo más: ahora él es un hombre que mira -sin que le preocupe definir ese mismo acto- y todo se le ofrece en el misterio de la luz, la gran presente en todos los poemas y la que está sin que nos sea necesario disertar siquiera sobre su esencia. Encontramos en esta primera parte algunos de los versos más hermosos del libro, como los del poema “Ceremonia del alba”, quizá mi poema preferido de este libro mirador:

 

Has de aprender a convivir con ello.
Cuando el día despunta te abandonas
a un letargo que es como desnudarse
de cuerpo para adentro, ser la luz
en cada poro abierto de la noche.
(…)
Pero vivir del gozo tiene un riesgo
que has de correr: la carne se desgasta.

 


En el detalle está el secreto del todo. No necesita quien contempla este paisaje abarcar ni decir con palabras totalizadoras y abstractas ese todo y esa nada. Basta entregarse a lo concreto, estar con humildad en lo concreto y dejarse ser en ello.

 

En la segunda parte partimos de la sierra hacia otros paisajes, respirados esta vez  por el poeta y vivos en él. Siguen siendo concretos y materiales, pero de una forma diferente: en la memoria, en la respiración, en la conciencia, en el lienzo. “Lo contemplado está en el pensamiento”. El atardecer, el aguacero o la rama madre son la imagen de un paisaje conceptual, interior, pero salvado precisamente de la fría abstracción por la concreción material de estas imágenes. Está la conciencia contemplando, pero es una conciencia desubjetivada. Se ha unido a las cosas y es en ellas. No se importa a sí misma.

 

En esta parte el lenguaje se vuelve más conciso y certero como corresponde a ese conceptualismo material característico ya de Rubén Martín. Uno de los poemas que mejor lo expresan es “Hacer leña”:

 

Cada mitad es la otra, sin ser la misma
pues todo lo que fue
un solo cuerpo
mantiene intacta la unidad. (…)

 

Y por esta senda depurada continúa la tercera parte, en la que precisión y transparencia intensifican cada una a la otra. El aire, como espacio de la transparencia de las cosas y de la conciencia en ellas, es el hilo conductor y el autor se va haciendo, como el aire, cada vez más transparente. En los poemas de esta parte encontramos una voz precozmente madura. A la concisión e intensidad viene a unirse la fluidez, esa característica de estar escribiendo sin demasiado cuidado de ello mismo que le otorga a la profundidad una asombrosa y paradójica naturalidad:

 

¿A qué verdad de quien
de qué, me debo ahora?

 

Si estoy solo en la luz
y yo soy todos, ¿soy
también la transparencia?

 

¿Acaso soy la luz?

 

Pues no sabemos, Rubén, si eres la transparencia y la luz. Pero nos has dejado muy dentro de ellas.

 

Un libro excelente que no podemos perdernos de ninguna manera y que perdura en nosotros mucho después de leerlo. Una obra en la que encuentro lograda esa tendencia hacia el misterio de las cosas, la naturaleza y el hombre que venía abriéndose paso en la poesía española joven y que no siempre se alcanzaba. Creo que un libro imprescindible y de referencia para una generación que ya está aquí y en la que Rubén Martín Díaz tiene, por mérito propio, un lugar preeminente.

 

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