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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

10
Ene
2010
Avatar
4 comentarios

Es lo que tiene trabajar con un ordenador prestado: tenía escrito este post y, por arte de algún toque incontrolado, se borró y he de acometerlo de nuevo. A ver si me acuerdo.

 

Vi la película con lágrimas en los ojos –tres horas de lágrimas son muchas horas-, pero no por la emoción o por la risa, sino por las dichosas gafas tridimensionales. Bueno, en ese aspecto, ha valido la pena el lagrimeo.

 

Avatar es una película técnicamente sorprendente. Y lo bueno es que no se queda en el mero alarde, sino que pone los recursos al servicio de la historia. Su gran mérito es conseguir unir la imagen real y su mundo con el mundo animado, hacer verdadero un universo que no existe y, con la ayuda de la tridimensionalidad, dejárnoslo habitar.

 

Por lo demás, nada nuevo. Una historia tan antigua como el hombre. La del guerrero que descubre que la causa a la que sirve es malvada y, poco a poco, acaba seducido por la belleza y las bondades de aquellos a quienes tenía que conquistar. Eso sí: con una carga antiimperialista y anticolonizadora necesaria en todo tiempo. Lástima esa tendencia al final fácil, feliz, predecible y comercial tan propia de James Cameron. Claro: no se podía poner en peligro la recaudación de la cinta más cara de la historia.

 

Me gustan los homenajes al cine que hace la película (¿dónde termina el homenaje intertextual y comienza el plagio?). Aquí están Blade Runner, Bailando con lobos, y, la que más me gusta, en la que la emoción sí que llegaba casi casi a oprimir, El nuevo mundo, de Terrence Malick.

 

La película está empapada de espiritualidad y mensaje ecológico. Pero –despertaré del sueño concordista- no nos engañemos: es pura New Age. La deidad no tiene rostro, no tiene palabras, no siente con los hombres y, además, ¡se puede mensurar científicamente! Difícilmente podrá transformar nuestros hábitos consumistas y egocéntricos ni llevarnos a una dimensión otra totalmente otra. Aunque algo es algo. Y a lo mejor ya es mucho.

 

Como es cansino escribir dos veces la misma cosa, ponemos punto final. Y a disfrutar del claustro nevado de mi convento, que eso sí que es una experiencia tridimensional.

 

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30
Dic
2009
El Papa y los artistas
5 comentarios

 

Leo las palabras de Benedicto XVI a los artistas en el reciente encuentro que ha mantenido con ellos en la Capilla Sixtina. Varias cosas me perecen destacables.

 

En primer lugar, que al encuentro estuvieran invitados artistas de otras religiones y también agnósticos y ateos. Me parece un importante gesto para romper ghetos y para que estas palabras no sean dirigidas a los de siempre, a los de dentro, a los que ya creen. Y ello porque todavía algunos, pensando que así son más fieles a su fe, se extrañan y hasta escandalizan cuando realizamos tareas en colaboración con personas de distintas creencias, ateos o con quienes, simplemente, comparten la admiración y hasta la fe por Jesucristo pero, en algunos aspectos, encaminan sus vidas por sendas que no son del todo las marcadas por la Iglesia.

 

También me gusta el recuerdo que se hace de Juan Pablo II, al que llama artista, pues él mismo era poeta y fue actor de teatro. Y especialmente llaman mi atención las repetidas alusiones a Pablo VI y a sus las palabras, a las que se dedica más de un extenso párrafo. (Señalemos, en este punto, que en la Encíclica Caritas in veritate las citas de Pablo VI son más que abundantes; algún capítulo incluso no hace sino recordar y glosar al papa Montini).

 

Siguiendo a Pablo VI, me encanta la relación que Ratzinger entabla entre belleza y esperanza; su afirmación, comentando el fresco del Juicio Final, de que la historia de la humanidad es movimiento, tensión y ascensión hacia la felicidad que no cesa. E, igualmente, me gusta que señale que el Juicio Final es también una llamada profética al hombre para no dejarse seducir por el mal haciendo que la historia se precipite hacia lo peor.

 

Habla, con toda razón, de cómo la belleza golpea al hombre para abrirlo y sacarlo de sí hacia el otro y hacia el infinito. Y me parece genial que señale que belleza no es ni fuga irracional ni esteticismo, pues creo que muchos de quienes recelan del valor de la belleza en el fondo la confunden con el esteticismo. Quizá me gusta menos que meta en el mismo saco la transgresión cuando advierte que esta visión superficial de la belleza a veces no hace sino oscurecer al ser humano. Por el contexto se entiende que el papa toma por transgresión lo que es, burdamente, obsceno, prepotente, simplemente ostentoso, activador de la voluntad de poder y de la explotación del otro… Pero creo que la transgresión, en un sentido más estrictamente artístico, es necesaria si se entiende bien: ¿no fue el mismo Miguel Ángel transgresor en sus frescos de la Capilla Sixtina? Lo fue, y criticado por sus desnudos, los gestos de sus personajes… etc.

 

Transgredir, en sentido artístico, es una forma de ensanchar los márgenes de la expresión. Ir a la busca de nuevas experiencias para ofrecerlas a los demás. Sacar de sí, lo que suele conllevar un previo salir de sí. Puede a veces acertarse o no, pero sin riesgo nada se consigue. Y si, como señala el Papa, la fe no resta nada a la capacidad artística, tampoco ha de suponer una especie de miedo, sino, por el contrario, un acicate valiente para explorar tierras difíciles, lenguajes y expresiones distintas a los que, de otra forma, quizá nunca llegaría el Evangelio.

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23
Dic
2009
Navidad de Amor
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Andaba yo estos días pensando qué predicar a las hermanas dominicas en las celebraciones litúrgicas de Navidad. Buscaba no repetirme, ser original. Y, mira por dónde, la inspiración me llega precisamente de muy cerca, desde tan sólo unos metros de distancia de mi habitación, desde el escritorio de un hermano bueno y sabio con el que convivo todos los días, el P. Lobato.

 

Cada vez más me convenzo de ese axioma literario según el cual la originalidad es un mito. Nada tenemos, nada damos, que no hayamos recibido. Muy poco, tal vez nada, es original. Todo nos llega, incluso para sacar lo que tenemos dentro, desde otras vidas. Y, desde la de mi hermano, me ha llegado qué predicar.

 

El P. Lobato reflexiona sobre la Navidad como Misterio del amor. Él habla, a su vez, desde S. Agustín y Santo Tomás. Nos recuerda: entre todas las operaciones apetitivas, el primer puesto lo tiene el amor. Déjalo de lado y lo verás; sin el amor no tendrás gozo al conseguir algo que no amas; no sentirás tristeza, si te la causa algo o alguien a quien ya no amas.  Si quitas el amor  quedan borradas todas las operaciones del apetito, que en buena parte se reducen a la tristeza y al  gozo.

 

Y es verdad. Para mí estos días son como un cuadro de Caravaggio o como una de esas funciones para retocar imágenes digitales: cuando acentúas la luz hasta lo máximo, quedan, a la vez, acentuadas las sombras con una intensidad mayor. La luz desbordante del Misterio de la encarnación me ilumina la vida, pero, al instante, me le acentúan sus sombras. Gozo máximo y percepción, a la vez, de sombras profundísimas en mí y en cuanto me rodea.

 

Pero, y ahí la belleza, siempre es el sentido de la luz el que explica el sentido de las sombras, las cuales nada serían sin la luz. Por eso -me inspiraba el texto del P. Lobato- entiendo que es que hasta es el amor la causa de la melancolía y de la sombra. Sólo quien no lo tiene no sufre, ya está muerto. Quien no lo tiene se hace insensible a los contrastes. Quita el amor si es que no quieres sentir. Pero ve entonces cosiendo tu mortaja. Y este no es tiempo de mortajas, sino de pañales.

 

¡Oh sol que naces de lo alto: no me tengas en cuenta el espanto de las sombras; desciende, brilla intenso, irradia. Haz de la mía una existencia claroscuramente intensa, que no otra cosa somos sino amor y para nuestro amor tú vienes!

 

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13
Dic
2009
Devastaciones
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Tengo la malísima costumbre de doblar la esquina de las páginas que me gustan. Sé que no queda bien, pero tiene la ventaja de que, cuando quiero releer algo, voy a tiro fijo directamente a los poemas que en algún momento me gustaron o marqué como mejores. El último libro que me ha llegado no tiene ninguna esquina marcada: tendría que doblarlas todas o, simplemente, estrujarlo emocionado.

 

Se trata de El paladar a la intemperie, de Antonio Sánchez Zamarreño. El poemario da cuenta de las desapariciones sucesivas del padre y de la madre. Es un libro transido de emoción, pero de una emoción siempre literaria y en ningún momento plegada al sentimentalismo, al efectismo o a la exageración.

 

Zamarreño escribe por eliminación, dejando que, de lo mucho que intuimos que ha escrito, al final quede sólo una minúscula parte, la mínima, la imprescindible. Escribe borrándose.

 

En la dedicatoria me desea que la devastación de sus páginas no reviva mi propia devastación doméstica, la que conté en Poemas para mi hermana. Tengo que decir que en mi libro hay una devastación que no sabía contar, y que por eso tomé un camino elíptico sobre ella, narrando otra devastación, fingida –pero verdadera en su verdad-, que sí me permitía dar cauce literario a la realmente ocurrida y que las palabras nunca pudieron expresar. Cada vez que revivía la, digamos, "histórica", sólo una imagen recurrente acudía a mí: estoy en un espacio cuajado, rodeado, de cristales y yo, con una pala en las manos, los golpeo, los rompo, los hago trizas brutalmente. Como eso nunca me permitió contar directamente la historia, la cual no lograba nunca ser plasmada en poesía, elegí otro camino para contarla, uno que no me remitiera siempre a los cristales rotos cayendo sobre mí e hiriéndome la garganta.

 

Pero el poemario de Zamarreño sí que arde. Cuenta la devastación y devasta sin nunca consumirse ni consumirnos. Y ello realizando el milagro literario de recoger en sí lo mejor de la tradición, desde los clásicos latinos a Lorca o Valente, pasando por la poesía popular española. ¿Puede un poemario ser histórico y metafísico a la vez, dar cabida tanto a la absoluta oscuridad como a la luz más transparente, al dolor rayano en la locura junto con la más hiriente cordura, a una esperanza que tanto mayor es cuanto más valiente, bravamente, lidia con la propia desesperación que toda fe y esperanza verdaderas llevan en sí...? Sí, lo puede. El Paladar a la intemperie lo demuestra sin tener necesidad de demostrar nada, sino atreviendose con toda la nobleza al ser y al no ser de que esta hecha la condición humana.

 

El formato del blog me desaconseja decir más. Un libro definitivo del que les dejo algunas huellas:

 

ZORZAL QUE FUE REGAZO MÍO

 

Será bella la muerte en tu regazo:

un zorzal aterido, por ejemplo.

 

 

NANA PARA DORMIR A UNA MADRE

 

Cantaba el autillo.

Cantaba y cantaba.

 

-Madre, no te duermas

que el autillo canta

con canto tan recio

que espesa las ramas.

 

-No me duermo, no:

es la Ensimismada

que viene a buscarme

y está entrando en casa.

 

-No te busca a ti,

madre de mi alma.

Tú eres aún pequeña,

rota como agua,

núbil como cisne,

tenue com dalia.

No querrá la muerte

presa tan menguada.

Es a mí a quien busca

y voy a esperarla.

 

-No la esperes, hijo,

que a mí me llamaba,

pues tiene la muerte

boca delicada:

aquí, flor de harina,

allá, flor de nata;

aquí, luz de espuma,

allá, luz de ala.

Soy yo a quien desea

muy bien deseada.

 

-No te duermas, madre,

que ya viene el alba:

mira las colinas,

mira las vaguadas:

tienen un cogüelmo

de sal plateada.

 

-No confundas, hijo,

el sol con la nada:

el alba sería

mucho menos blanca:

eso que reluce

sólo es mi mortaja.

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8
Dic
2009
El circo de la mariposa
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Estas fechas son propicias para los cuentos navideños. Numerosos suplementos culturales editan números especiales dedicados a este género que vive buenos tiempos, entre otras cosas, porque busca reinventarse a sí mismo y no caer en los fáciles y repetidos estereotipos de siempre.

 

Igualmente, es probable que en estas fechas encontremos en el cine y en la televisión películas de tema navideño o destinadas a los más pequeños de la casa. Desde mi punto de vista, algunas de navideñas tendrán bien poco y reincidirán con princesas y hadas, renos y papanoeles.

 

También estos suelen ser días de circo. La verdad: el circo me pone muy triste. (Cosas de la infancia, supongo). Pero es una ocasión para pasar una divertida tarde familiar entre payasos y magos, trapecistas e ilusionistas.

 

El corto que les copio a continuación es, en realidad, un cuento y va de circo. Y puede ser navideño porque nos habla de salvación y amistad, de superación y fe. La fe en nosotros mismos muchas veces vendrá como una llamada. Alguien que lleva la iniciativa. Quizá los otros sean quienes abran una rendija en nuestro corazón por la que penetre esa fe y nos embarquen en una tropa de salvación. Nuestras más radicales limitaciones pueden tornarse en oportunidades de transformación para los demás y para nosotros mismos. Lo que nos condenaba a la dependencia y a la resignación puede convertirse en ocasión de asombro, de canto que da gloria a Dios y paz a los hombres...

 

El video viene en dos partes, pero no nos robará más que un bello cuarto de hora de nuestro tiempo. Os invito, como se dirá, a descubrir la belleza de la paciencia.

 

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2
Dic
2009
Improbable
3 comentarios

Poco antes de marchar a Roma me dijo Yolanda, compañera de actos poéticos, que visitara el Trastévere. -No sé si tendré tiempo. Es una reunión de trabajo. Pero sin saber muy bien por qué, acabé en Santa Maria in Trastevere. Y de allí salí con este que os transcribo, el mejor regalo que este viaje me ha dejado.

 

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20
Nov
2009
El arte de la telebasura
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Este pasado verano tuve la ocasión de ver alguno de los programas que ponen en la tele después de mediodía. 

 

En esos días de asueto pude comprobar la calaña de algunos de los programas que llenan las distintas cadenas televisivas y, francamente, con alguno de ellos quedé horrorizado. Se trata de los programas de cotilleo o del corazón. Uno especialmente me espeluznaba; uno que ya no se llama El tomate (o algo así) sino que tiene otro nombre que ni recuerdo y que ni aunque recordara diría, pero que me pareció la basura de todas las basuras. Su impresentable presentador y su contertulia se dedicaban a airear las miserias más míseras de la vida de los enemigos de la susodicha contertulia, la cual, histérica, violenta, resentida, maleducada, sin gracia (hay maleducados con gracia), soez y demás etcéteras, aireaba trapos sucios –o los inventaba-, amenazaba, tenía ataques de histeria, de delirio… de todo.

 

Todo era indignante, sucio, rastrero. El presentador le preparaba el terreno y, escondiendo la mano y bajo un aspecto de falsa dignidad, a su manera la azuzaba.

 

Pero hacían las delicias de los espectadores y su trama parecía una de las aventuras más importantes del verano. ¿Cómo pueden los espectadores soportar esto y alentarlo con su audiencia y sus sms? No hagamos juicios. Supongamos, benévolamente, que la cosa al menos les divertía.

 

Pero el colmo es que al presentador le han dado un premio televisivo. Uno de esos premios que crean las cadenas para ponerse estrellas y patrocinar su excelencia, que ellas se guisan y ellas se comen.

 

Lo más sórdido era leer las declaraciones del presentador premiado, quien defendía que lo que él y su programa hacen no es telebasura, término ya desfasado, sino “realismo sociológico posmoderno” (o algo parecido).

 

Sobra decir más. Seguro que alguien hasta lo defiende como una nueva manifestación artística. Bueno, vale, pero recordemos que el sainete ya está inventado. Sólo que no ensucia a nadie ni escarba en las basuras de las personas para venderlas en shares de pantalla tan rentables.

 

Y tampoco digamos nada de lo que eso refleja de nuestras propias vidas.

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16
Nov
2009
El Jesús de Dreyer
3 comentarios

 

La editorial Sígueme acaba de publicar el guión cinematográfico que Carl Theodor Dreyer (1889-1968) escribió para rodar una película titulada Jesús de Nazaret.

 

Sabíamos que este fue un proyecto que finalmente Dreyer no materializó, pero que consideraba una de sus más grandes iniciativas y que se iba a filmar en Hollywood. Lo que no sabíamos es lo avanzado que llegó a estar el guión y todo el planteamiento: años de trabajo e investigación, búsqueda de financiación, viajes a Hollywood, promesas no cumplidas… De haberse rodado habría sido, seguramente, una de las mejores películas sobre la vida de Jesús, especialmente teniendo en cuenta la mediocridad (y a veces  hasta la vulgaridad y empalagamiento) de los rodajes de este tipo.

 

No he leído el guión, que al parecer da cuenta detallada de cómo quería rodar las escenas, de su esfuerzo por comprender y plasmar el contexto de la vida de Jesús..., pero estoy deseando hacerlo y me felicito por esta iniciativa de publicar este trabajo de no sólo uno de los mejores directores de la historia del cine, sino de los más profundamente espirituales y que mejor supo transformar en imágenes el inaudito hecho de la fe.

 

El libro deja dos consejos para quien quiera rodar la vida de Jesús de Nazaret que podemos extrapolar a cualquier otra tarea artística: buscar la verdad y trabajar bien.

 

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13
Nov
2009
Alambre de espino
11 comentarios

 

Pensando normalmente, si se declarase una guerra, mi amigo Rafa y yo estaríamos en trincheras enfrentadas. Aunque, pensándolo mejor, gracias a que Rafa y yo somos amigos, será más difícil que algunas guerras se declaren. Y hasta, ejércitos de bandera diferente, invertimos nuestro mejor armamento en una misma cruzada. Eso sí: que no derrama sangre.

 

Rafael Calero acaba de publicar un nuevo libro: Versos de alambre y espino. Lo presentó el otro día en Granada e intercambiamos municiones con las que cada uno proseguir la común lucha por los frentes que cada cual tenemos abiertos. Uno y otro intercambiamos estrategias bélicas de estilos completamente diferentes. Aquí hasta el espionaje se contraespía a sí mismo para que los diversos ejércitos no desconozcan ni la más mínima técnica que conduzca a una victoria inauditamente compartida: la de un mundo más justo.

 

Les dejo una bala de las que me surtió mi amigo enemigo.

 

 GRUPO SALVAJE

 

Los niños son la esperanza del mundo

José Martí

 

Teníamos once o doce años

y nos reuníamos por las tardes

a jugar en la calle.

Era casi el final del otoño,

cuando los días se acortan

drásticamente y el tiempo

empieza a mudar de piel.

Un perro de raza indefinida,

de color negro y manchas blancas,

y con unos ojos repletos de miedo,

llevaba tres o cuatro días

deambulando por el barrio.

Seguramente había sido abandonado

por sus dueños al irse de vacaciones.

Estaba completamente escuálido.

Lo llamamos y le ofrecimos un pedazo

de bocata de salchichón.

El animal miraba agradecido

mientras engullía la comida.

Le pusimos en el cuello

un trozo de cuerda que alguno

de nosotros había encontrado

tirado en la basura.

Nos fuimos al descampado

que había detrás de las casas,

donde jugábamos al fútbol.

Alguien le dio una patada fuerte,

luego otra y otra y otra y otra más, y muchas más.

El pobre animal no se quejaba.

Bueno, algún quejido, pero poca cosa.

Se notaba que estaba acostumbrado

a que la vida lo maltratase.

Entonces alguno de nosotros,

no importa quien, dijo:

Me cago en la hostia. Es duro el hijoputa.

Y alguien, no importa quien, sugirió

que sería una buena idea ahorcarlo.

Fuimos hasta una de las porterías

y pasamos la cuerda por el palo

que hacía las veces de travesaño.

Creíamos que el palo no resistiría,

que se rompería sin remedio

o que la cuerda se partiría.

Lo colgamos y esperamos allí,

de pie, en absoluto silencio,

con los ojos como platos,

como si aquello fuese la mejor

película de la historia del cine,

hasta que el perro dejó de respirar.

Luego volvimos a nuestras casas.

Hacía un poco de frío

y ya era casi de noche.

Al día siguiente teníamos

que ir a la escuela.

 

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