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Dic2007Ni un cadáver nos es dado
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Dic
El Premio Cervantes de este año ha recaído en Juan Gelman. Era el candidato propuesto por Gamoneda, el ganador del año anterior, al parecer –méritos tampoco le faltaban- con todo el apoyo de Zapatero. Ya se ha anunciado la reforma del código por el que se rige la designación del jurado del premio más importante de las letras hispanas, actualmente fuertemente dependiente del gobierno de turno, a fin de democratizarlo. Bienvenida sea la reforma.
Yo me alegro del premio a Gelman por dos razones. Primera: por cruzar una vez más el Atlántico, pues en América están la fuerza mayor y el futuro del idioma español. Segunda: por tratarse nuevamente, sobre todo, de un poeta. Ante tanto exceso de palabrería, la poesía, la buena, sigue siendo el reducto de la palabra, el lugar de su pureza. Los lectores de poesía son una inmensa minoría. Pero la fuerza de ella va por delante abriendo siempre camino. Lo que permanece, dijo Hölderlin, lo fundan los poetas.
Conocí, poco y mal, la obra de Gelman hace unos años. Pensé, sinceramente, que era un poeta menor. Pero admiré el modo en que las circunstancias de su vida arrasaban en su poesía. Tanta ruptura y dolor en la persona entraban a romper la sintaxis de los poemas. Tanta persecución llenaba de abolladuras la semántica. Tanta asfixia y angustia buscaban una salida en los neologismos.
El asesinato de su hijo y la tortura de su nuera por parte de la dictadura argentina me impresionaron entonces. Ni tan siquiera le fue dado el cadáver del hijo. Y escribí un poema en el libro inédito Del libro de
Recipientes mis manos de un tajo para la habitación de la ceniza
que no nos fue entregada.
Caña, madera, hueso:nada.
Astilla funeral sin relicario
es el dolor que no tendrá con duelo
el fruto de su vientre y su mortaja.
Tampoco así.
Nadie concede que lloremos.
Carne de amar que no madura puerta por si asoman:
como el ciervo:
con el ciervo:
ciervos ya como la aurora.