20
Jun2012Escrito después de escrito
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Jun
Arquitectura yo. Josep M. Rodríguez. Visor. Madrid 2012.
Hay libros que parecen escritos después de estar escritos. Asistes a la sensación de que su autor quiso desprenderse de su libro, perderlo y olvidarlo para volverlo a escribir. Y entonces el que llega a las manos del lector es un libro del que se ha desprendido todo lo que no era él. Como una transfusión de sangre de la máxima pureza
(…)
Abro y cierro la mano:
que la sangre circule hasta la bolsa
y allí espere paciente
hasta llegar a ti.
(…)
mientras pienso si no es eso también la poesía:
tomar sin merecer,
ser en el cuerpo de otro.
Así es “Arquitectura yo”. Una especie de transfusión, pero de sangre fría, expuesta al hielo. Identidad, muerte y amor sin grandes gestos ni pasiones.
El tono reflexivo acoge una imaginería cotidiana que no es distinta de la reflexión:
¿Hasta donde creer
si la memoria
es un niño que siempre nace muerto?
En esto Josep María Rodríguez me parece un poeta paradigmático de la nueva poesía española que va tomando forma tras una década de propuestas varias y dispersas. Acoge la tradición contemplativa de corte oriental y la armoniza con el decir de un yo que tiene conciencia de su lugar en el mundo pero al que no le interesa demasiado localizarse, subrayarse, definirse. Sin complejo, es moderno -en el sentido occidental de la modernidad, el que mira desde el sujeto reflexivo- y está fuera del yo moderno, es decir, se funde con la realidad, deja a la realidad decirse sin imponerle un discurso. Oriental, yo diría, pero no sólo ni especialmente para fundirse con la naturaleza sino con la existencia. Se está en una sala de espera como se puede estar en medio de la brisa, dejándo ser las cosas.
Porque al azar no tiene
ni orden ni memoria
ahora estás aquí
entre sillas de plástico y miradas vacías.
Estar en medio del azar sin que el decir interfiera en su curso azaroso.
me he vuelto azar.
Todo me pertenece.
Rodríguez sabe que no es el artificio el que deja huella. Quizá la madurez poética consista en eso, en estar de vuelta. Cuando la estructura es hermosa, hay que mostrarla. Se acoplan así verdad y belleza, fondo y forma. Deconstruir construye y, entre ambos, la palabra que emana es diferente sin pretensión de serlo. Tener claro que no hay necesidad de tenerlo todo claro es a la vez estoico y Zen, primario y sabio.
Con la precisión del forense, con la frialdad del que ha vivido y sabe
(…) aquello que dijo Scott Fitzgerald:
en la vida no hay segundos actos,
proseguir camino hacia la muerte y ser en ella escalpelo y cadáver. Hacer fácil lo difícil: la autopsia y el informe:
¿Alguna vez pensaste que tu cuerpo
es sólo la envoltura
del gusano de seda de la muerte?
Su crisálida deja tras de sí,
tumbado en la camilla,
un cadáver
abierto.
Saludo este “Arquitectura yo” de Josep María con admiración y me marcho con él bajo el brazo al zoológico. Porque así, aunque es cierto, no duele tanto descubrir
(…) que crecer
es ir al zoo
y sólo ver barrotes.