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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

1
May
2012

Vívelo!

2 comentarios

 

 

Me gusta este tipo de presentaciones que se pueden hacer con estos programas informáticos y una sencilla dosis de creatividad. Llegan bien, son pedagógicas, directas y divertidas. Lo serio no tiene por qué estar reñido con lo divertido. Antes bien, ponernos muy solemnes puede esconder a veces la realidad de no haber captado el profundo mensaje de alegría y sencillez que hay al fondo del Evangelio.

 

Sigo pensando que uno de los aspectos que más delatan la experiencia de fe y su relación con el mundo en que vivimos es su forma de representación artística y, desgraciadamente, si echamos un vistazo al reciente panorama, encontraremos desagradables sorpresas: vuelven a estar de moda imágenes de Jesús empapadas de almíbar, de afectación. Algunas hasta la cursilería. Ni el siglo 19, con toda su escayola, dio imágenes tan malas.

 

Al contemplarlas uno siente que prefiere las imágenes del barroco, esos cuadros, conjuntos y tallas que llegaron a expresar profundamente muchos de los misterios de Jesucristo. Pienso en Velázquez, en el Greco; en las esculturas de los Mora granadinos, en Martínez Montañés, en Mena, en Mesa y hasta en Salzillo. Sí, sí, ya sé: son tridentinas, barrocas hasta la médula. Pero, ante las actuales imágenes de Cristos rubios, acaramelados, de piel tersa y labios repintados, pestañas rimeladas y auras sobre fondos “al aerógrafo”, las prefiero. Al menos supieron plasmar en una obra maestra el temblor humano transido de divinidad que se encuentra en los momentos fundamentales de la vida de Jesús. Y el aún refrendo del pueblo, incluso de personas no creyentes, manifiesta que estos maestros supieron representar la humanidad profunda que se encuentra en la divinidad más honda. Esos artistas habían aprendido de Grecia, de Roma, de la calle, de los iconos de Oriente. Los de ahora parece que sólo han practicado con photoshop.

 

Esas imágenes que hoy en día se reproducen profusamente en postales y pósteres me hablan más de un pietismo individual y fácil, cómodo y alienado, ni humano ni divino. Ni dialogan con la tradición del arte ni con sus nuevos lenguajes. No les encuentro ni entrañas divinas ni tripas humanas.

 

Pero, tratando de sacar provecho de estas cosas, diré al menos que nos ponen ante los ojos –y nunca mejor dicho- la forma en que a veces nos relacionamos con Jesús e interpretamos el misterio del ser humano a la luz del misterio de Dios.

 

 

 


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Elvelopintado (C.)
2 de mayo de 2012 a las 20:40

Pero es que es tan difícil creer, de verdad, con el corazón… Mentiría si dijera que creo con todas mis fuerzas. Más bien, como muchos, más que creer de verdad, quiero y lucho por creer. Supongo que la clave es no rendirse.

Antonio Praena
2 de mayo de 2012 a las 23:34

Pues claro que es una clave. Pero no la más importante. Por más que digamos y tengamos claro, en última la instancia la fe es un don, un regalo, una maravilla ocurrida en nosotros. Y, paradójicamente, como tal ni siquiera deshace las tienieblas. Como reflejaba S. Juan de la Cruz, la noche oscura es esencial a la experiencia de fe y puede ser tanto más oscura cuanto más madura nuestra fe. Y hasta en los umbrales místicos.

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