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Dic2011El infierno existe
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Dic
 Saldar cuentas con el pasado es un requisito para estar con libertad en el presente. Un hombre que se mira en el espejo con voraz sinceridad y valentía es un hombre que ha mirado a los ojos de todos los que ya se le han muerto. Y, si ese hombre es un poeta tan verdadero como mi amigo Juan Carlos Friebe, la mirada en el espejo le devolverá a cambio, si no los ojos, sí las palabras de los muertos.
No se trata de asumir culpas que no existen, pero sí de entrar donde estuvieron aquellos que nos duelen. Y es que el padre de Friebe, como la mayoría de los jóvenes alemanes de su generación, formó parte de las juventudes hitlerianas. Por eso el libro que les presento, Poemas a quemarropa, hace poesía no sólo después de Auschwitz sino con Auschwitz en la garganta.
Este poemario ha estado en las manos de Friebe años largos y difíciles. Ha supuesto no sólo un recorrido por el dolor y la confrontación con las sinrazones, sino también un largo ejercicio de búsqueda literaria y de pugna cuerpo a cuerpo con la forma en que decir lo que no puede decirse más que de una forma que hay que encontrar. Poesía es eso: decir del único modo, con el único fuego posible donde contenido y expresión se hacen una sola cosa, lo que así quiere ser dicho. Pero pocos lo logran con el grado de intensidad, de contención, de verdad con que Juan Carlos lo hace en estos poemas. A veces no sólo contenido y forma arden en el mismo poema, en la misma hoguera: también arde el poeta.
Que la poesía excede las relaciones con la belleza y sigue siendo poesía, estos poemas lo demuestran. Que prescindir deliberadamente de las figuras retóricas y de los recursos puede incluso potenciar la intensidad de un texto, este libro lo certifica.
No sé muy bien porqué, pero el holocausto no es sólo un dato histórico. Si tuviera que darle una interpretación teológica –me callaré como poeta- diría que es esta: el infierno existe.
Recomiendo intensamente este libro del que les dejo este poema que, inmerecidamente, Juan Carlos Friebe me dedica.
 16670
 
 Franciszek Gajowniczek (Strachominie, 1901- Brzegu, 1995)
 Maksymilian Maria Kolbe (Zdunska Wola, 1894 - Oswiecim, 1941)
 
 
 Es la norma del campo, y lo sabéis. Lo sabía el fugado, que huyó con vuestras vidas a su espalda: culpadle a él de nuestra represalia.
 
 Cada evadido carga con diez muertes en su conciencia, y no existe excepción para la norma: ayunaréis hasta que vuestra carne se consuma en la celda de castigo.
 
 Franciszek Gajowniczek: tú serás el primero.
 
 ...Y en el silencio rompes a llorar, cayendo de rodillas: qué será de tu mujer e hijos, te preguntas, entre mocos y babas, como un niño, e invocas a tu Dios, que te ha olvidado. Tus plegarias estériles repugnan, mientras limpias mis botas con tus lágrimas.
 
 Una pesada ráfaga de plomo dejaría caer sobre el silencio del Dios al que suplicas vanamente, pero algunas semanas de hambre atroz reforzarán mejor la disciplina.
 
 Por eso, cuando el preso dieciséis mil seiscientos setenta da un paso, al frente, entre la fila, y me ofrece su vida, a cambio de la tuya, dudo un instante, pero acepto el trueque.
 
 Entre dos bestias no hay gran diferencia, y obrarás sin saberlo dos milagros: que la oración te salve y sobrevivas, y yo haga a un cerdo santo en los altares.
 

 Ya tengo el guión. La película transcurrirá en tiempo real. 90 minutos en directo. Te prometí que iría a visitar tu portal de La Habana vieja y, aunque mi avión parte en apenas unas horas y ni siquiera he preparado la maleta, es una promesa que tengo que cumplir. Así es que tomo un taxi y en un cuarto de hora estoy en el tranco de tu tienda. No te lo esperas y te pones tan nerviosa y me pongo tan nervioso que durante unos minutos damos vueltas por la acera diciendo cosas sin sentido. Así es que empiezas a recoger los cochecitos de madera, los sombreros, las maracas, las camisetas con la cara del Che, todos los cacharros de la tienda en la que te ganas la vida que no te puedes ganar con los 10 euros mensuales que cobras como profesora universitaria y, mientras, a la vez, llamas a Marcos. Antes de cerrar, Marcos ya ha llegado. Saludamos a tu vecino, un negro vestido totalmente de blanco porque “se ha hecho el santo” y debe andar así durante varios meses. Echamos calle adelante rumbo a la Plaza Vieja.
Ya tengo el guión. La película transcurrirá en tiempo real. 90 minutos en directo. Te prometí que iría a visitar tu portal de La Habana vieja y, aunque mi avión parte en apenas unas horas y ni siquiera he preparado la maleta, es una promesa que tengo que cumplir. Así es que tomo un taxi y en un cuarto de hora estoy en el tranco de tu tienda. No te lo esperas y te pones tan nerviosa y me pongo tan nervioso que durante unos minutos damos vueltas por la acera diciendo cosas sin sentido. Así es que empiezas a recoger los cochecitos de madera, los sombreros, las maracas, las camisetas con la cara del Che, todos los cacharros de la tienda en la que te ganas la vida que no te puedes ganar con los 10 euros mensuales que cobras como profesora universitaria y, mientras, a la vez, llamas a Marcos. Antes de cerrar, Marcos ya ha llegado. Saludamos a tu vecino, un negro vestido totalmente de blanco porque “se ha hecho el santo” y debe andar así durante varios meses. Echamos calle adelante rumbo a la Plaza Vieja. Asistía el otro día a la presentación del nuevo libro de un amigo. Tras una magnífica introducción a cargo del prologuista y la lectura de algunos poemas en la voz del propio autor, se abrió un espacio para el diálogo.
Asistía el otro día a la presentación del nuevo libro de un amigo. Tras una magnífica introducción a cargo del prologuista y la lectura de algunos poemas en la voz del propio autor, se abrió un espacio para el diálogo.  Sin darme cuenta, estaba andando el mismo camino en sentido contrario. El camino de aquel día 15 de mayo, pero a la inversa. Porque los chicos de Democracia Real habían llamado desvinculándose de los hechos y disculpándose por los insultos y me habían parecido sinceros y yo les creí. Invitaban a unirse, no querían excluir a nadie y mi amigo Salva se presentó al final en la sacristía y me aseguró que todo había sido debido a un grupo descontrolado, ajeno a la convocatoria, y que él mismo, junto a otros, se había sumado a la procesión hasta el final en señal de solidaridad:
Sin darme cuenta, estaba andando el mismo camino en sentido contrario. El camino de aquel día 15 de mayo, pero a la inversa. Porque los chicos de Democracia Real habían llamado desvinculándose de los hechos y disculpándose por los insultos y me habían parecido sinceros y yo les creí. Invitaban a unirse, no querían excluir a nadie y mi amigo Salva se presentó al final en la sacristía y me aseguró que todo había sido debido a un grupo descontrolado, ajeno a la convocatoria, y que él mismo, junto a otros, se había sumado a la procesión hasta el final en señal de solidaridad: 