Estimado Antonio Praena:
Voy a darle mi opinión sincera y lo más detallada posible.
Antes de mi análisis propiamente dicho del libro, debo señalarle los dos fallos estéticos que veo: primero, la superabundancia de las citas en el cuerpo del poema y segundo, el exceso de toques "modernos", como el uso de palabras vulgares o la aparición de nombres de marca, muy presentes en sus poemas de estética urbana. Se nota que son dos recursos que le gustan, y no es que queden mal, pero no debe abusar de ellos: hace que se vean las costuras del poema. Los repite con demasiada frecuencia.
Después de este apunte, paso a darle mi opinión: literariamente, muy bueno, aunque da la impresión de que estemos leyendo cuatro poemarios diferentes, más o menos marcados por las secciones que ha escrito.
Evidentemente, el prólogo es lo que es: un prólogo, así que no me detengo a analizarlo.
El apartado de Mundo es el que menos me ha gustado, sinceramente. En la Elegía hay algo que no me encaja: tal vez sea la nota que ha puesto al final del libro, o que está demasiado recargada. No lo sé realmente. Desde mi punto de vista, el final de esta sección es en estos poemas elegíacos.
Sigo con los otros tres libros: De la Misericordia espirituales está bien; es lo que se esperaba del libro, teniendo en cuenta su condición y el título general. De hecho, he de confesar que pensé que todo el poemario iba a ser en ese tono. Luego seguí leyendo y se rompió la expectativa. Ha hecho bien en ponerlo al principio, para, posteriormente, dar el golpe sorpresa. También me gustó el De la Misericordia corporales, muy familiar e íntimo.
Y ahora, paso a hablarle de Carne. Mi favorito. Desde mi punto de vista, empieza con el poema "America", de Mundo. Es de un erotismo desgarrado, original, difícil…de hecho, sospecho que es el que le hubiera gustado hacer por completo, porque todos los libros se dirigen en realidad a éste. Más de uno le preguntará por esa persona; no sé si es ficticia o real, pero, sea como sea, le ha inspirado unos magníficos poemas. No sé si apropiados para un fraile, pero sí perfectos para un poeta.
Un saludo cordial,
Celeste
Estimada crítica:
Me sorprende la rapidez con que ha leído el libro y lo ha analizado. Me honra con su dedicación.
Intuyo un primer dato positivo: que no le ha aburrido. Me agrada pensarlo, aunque mi primera impresión al terminar de leer su crítica ha sido: ¡cinco años en un libro que se lee en dos horas! Pero, una vez superado el asombro, me he alegrado de esta primera ocasión para escuchar lo que el libro dice fuera de uno mismo. También he sentido alegría por el hecho de que el libro ya no sea mío y esté ahí, viviendo por sí solo, libre.
Pero vayamos al contenido. Alude a los que denomina “fallos estéticos”: sí, me siento cómodo construyendo con lenguaje de la vida ordinaria y con esos toques modernos que, en realidad, ya no lo son tanto. En segundo lugar se refiere a las citas: ¿cuántas veces ha encontrado citas de teólogos en libros de poesía? Siendo una intertextualidad al uso y engarzada en el ritmo poético, creo que en su carácter teológico puede residir la única aportación original, aunque si abusamos, tiene razón: puede volverse molesto.
Aunque un poemario no busca hacer teología, no veo en qué pueden residir sus reservas teológicas. La razón poética sólo se define por sí misma y no por ninguna otra razón filosófica o teológica. Como anécdota le contaré que un libro que acabó en la papelera no levantaba el vuelo por su fuerte carga filosófica y teológica y porque éstas también le restaban libertad y misterio. En este he soltado lastre y en el próximo la libertad será aún mayor. Por otro lado, si ahora tuviera que opinar como teólogo, yo diría que el libro no presenta ningún problema, a no ser que se busque en él morbosamente o se quiera hacer una lectura “biografista” del mismo, la cual es imposible, pues en él son otros sujetos los que han vivido lo que el poeta canta.
Es cierto también que las partes del libro son muy diferentes. Puede hacerse de ello una lectura en negativo -“un autor que aún no ha encontrado su propio registro”-, o en positivo: -“un autor que se adentra por mundos, sujetos y registros diferentes sin miedo y sin abandonar el horizonte amoroso que le da coherencia a la pluralidad”-... Mas ¿qué sé yo? Un poeta no debe explicar demasiado y yo ya estoy traspasando el límite.
Lo que sí que es cierto es que ese contraste es buscado: nada más odioso para un poeta que acabar etiquetado: “el poeta de la familia”, o “el poeta de los claustros”, o “el poeta de lo terrible”… A este respecto incluso alguien me sugirió que hiciera dos libros: uno sagrado y otro pagano. Lo rechacé porque, precisamente, esa es una de las constantes contra las que se levanta “Actos de amor”: la absurda -permíteme ponerme bronco- ceguera occidental que reduce y parcializa el amor y no ve una continuidad de sentido entre el amor espiritual, el sexual, el de amistad, el familiar, el social... Uno es el amor. El riesgo que asumo es ese: el amor en vidas, voces, contextos... diferentes, pero siempre amor.
Me sorprende gratamente que la parte tercera, “Carne”, sea la que más le gusta. En absoluto lo he calculado ni advertido, pero es la segunda “crítica” que me habla del erotismo. El mismísimo José Luis García Martín ha dejado escrito por ahí de mi poesía que es “erótico reflexiva”. No había reparado en ello, y me alegro, porque esas cosas no controladas suelen ser las más verdaderas. Sin embargo me congratulo de que le guste, porque es la parte sobre la que más dudas tenía.
Tiene toda la razón en lo que dice de la segunda parte, “Mundo”: el poema “Elegía” tiene algo que le sobra -materialmente: quizá versos- o le falta -en vuelo-. No sé, pero es que va unido indisolublemente a su segunda parte, al poema “Responso”, el cual me parece uno de los más conmovedores y de los formalmente más redondos. Por eso opté por dejar también “Elegía”: es el antecedente de “Responso”.
Gracias por notar ese cambio de rumbo sorpresivo que he buscado al anteponer la parte “De la misericordía espirituales” para enseguida dar el susto y saltar a ese registro tan distinto en la parte siguiente. Es casi un acto de rebeldía. Esa segunda parte, “Mundo”, me parece muy acertada, más que nada formalmente, porque esos poemas diferentes con citas, nombres, marcas... juegan a buscar el poema redondo con elementos sencillos.
Su sentencia final me honra. ¿Qué libro es apropiado para un fraile? Piense en Fray Luis de León o en San Juan de la Cruz. Jamás les llegaré a la altura de la sandalia... pero ahí está su obra que sorprende siempre.
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