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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
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9
May
2015
De la amistad y la mentira.
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De vuelta en este blog después de una pausa necesaria para atender otras prioridades. Misión cumplida: ya sólo queda defender mi tesis.

***

Empezamos con la recién estrenada película "Felices 140". Una mujer desea celebrar su cuarenta cumpleaños rodeada de las personas que más quiere. Alquila una casa espectacular en una isla lejana e invita a sus mejores amigos, incluida su hermana, su cuñado y su sobrino, para pasar un fin de semana de amistad y celebración.

Lo ha preparado todo a conciencia sin escatimar en ningún gasto, piano incluido como regalo a un amigo, un antiguo amor, que es un excelente músico sin fortuna. No, no tiene ninguna enfermedad terminal, no va a morir pronto ni nada de eso. Simplemente le han tocado 140 millones de euros en el juego de los euromillones. El arranque parece simplista.

Pero la situación se complica. Comienzan a aparecer sentimientos que han estado latentes largo tiempo: recelos, problemas de pareja, amores no superados. La protagonista (una Maribel Verdú extraordinaria) es guapa, inteligente, feliz, triunfa y disfruta con su trabajo… Al fondo de la trama se encuentra una envidia revestida de formas diferentes y hasta de admiraciones diferentes. Ha querido compartir con las personas que más quiere un momento a la vez feliz y de crisis personal, la crisis de los 40, y, en cambio, va a descubrir lo que en realidad sienten hacia ella estos amigos más allá de las apariencias.

Un incidente destapa los sentimientos; el hecho de que ahora sea multimillonaria no hace más que exacerbar la incomodidad, a la vez que provoca que todos quieran sacar partido de esta nueva situación.

Desde que vi hace muchos años “Cuando vuelvas a mi lado” soy fiel seguidor del cine de Gracia Querejeta. Las relaciones humanas, las crisis de identidad personal y de pertenencia, las cuentas no saldas con el pasado, amores no resueltos, son el tema de su filmografía; historias donde la trama siempre nos lleva a profundizar en el ser humano. Como ocurre aquí, sin aspavientos, sin retóricas ni alardes formales, sino con una verdad sostenida, una emoción siempre pegada a la realidad.

En suma: una película absolutamente necesaria para ver, si es posible, junto a alguien que amamos. Porque al final el regalo, quizá el único verdadero regalo de cumpleaños que recibe la protagonista, es el regalo de la verdad: pensaba tener un pequeño puñado de amigos y no tiene ninguno. Casi.

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21
Ene
2015
Vida literaria
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Al día siguiente de la presentación en Granada de su excepcional “Insectario”, Jesús Montiel escribía en su muro:

“Yo era más joven y codiciaba publicar muy pronto, ser reconocido, y así se lo expresé.  

Entonces Miguel d'Ors, al otro lado de la mesa, me dijo ese día en su despacho lo siguiente:  

—La vida literaria son muchos recitales y muchas conferencias y muchas amistades interesadas y muchos elogios en muchas reseñas. La literatura una mesa y folios y mucha constancia.  

Hoy, luego de haberme fiado de su consejo, no tengo nada que reprocharme ni libros de los que arrepentirme demasiado. Y los amigos que tengo, casi ninguno, son de verdad.”

 

 

Supongo que en muchas otras vocaciones de la vida ocurre de forma similar, pero en la artística, dada la complejidad de factores que inciden en la recepción y valoración de la obra de arte, el fenómeno es frecuente.

Por lo que respecta a la literatura, se puede estar presente en muchos actos, aparecer en numerosas revistas, reseñas, presentaciones, manifiestos, recitales, antologías, y dar la impresión de tener una obra muy importante (y, por supuesto, un talento incuestionable). Pero, en realidad, lo que cuenta y lo que queda es algo que decidirán sólo el tiempo y las lecturas, una vez despejado el cúmulo de factores de eso que Montiel llama “vida literaria”.

La realidad nos muestra que autores excepcionales apenas se mueven en esa vida pública. Y que, por otro lado, la aludida presencia literaria, vista un poco desde dentro, esté influenciada por una especie de habilidad a la hora de establecer contactos: te invito a participar en un acto y me invitas a tal otro, te reseño y me reseñas, te cito en mi página y me lo devuelves en tu medio. Claro: esto nunca se explicita tal cual, es como una red de intereses invisible. Pero funciona.

Y también, muy honrosamente, encontramos casos de verdadera honestidad crítica y de una generosidad inusitada a la hora de valorar y dar cancha desinteresada por el mero hecho de celebrar y compartir lo bueno sin esperar nada a cambio.

Pero en fin, una cosa no quita la otra. La parte más triste del aspecto impostado al que nos hemos referido estriba en que, realmente, un autor puede perder la perspectiva de sí mismo. Por un lado, confundir el valor de su trabajo con la apreciación interesada del mismo. Por otro, vivir más de la inmediatez del reconocimiento que de la labor paciente, concienzuda y cada vez más exigente. Finalmente, como apunta el comentario de Jesús Montiel, acabar pensando que tienes multitud de amigos cuando en realidad pocos lo son sinceramente.

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8
Ene
2015
Matar en nombre de Dios
9 comentarios


Mientras redacto un trabajo académico sobre Dios y el lenguaje, llega la noticia del atentado en París contra la revista satírica “Charlie Hebdo”. El atentado ha sido llevado a cabo por un grupo yihadista. A los grupos yihadistas no les gustan las viñetas satíricas sobre el profeta Mahoma ni sobre Alá que publica “Charlie Hebdo”. “Charlie Hebdo” también publica sátiras sobre el Dios de los cristianos y sobre el Dios de otras religiones. Algunos hombres religiosos se indignan por lo que otros hombres no religiosos dicen de Dios. Algunos hombres no religiosos se indignan por lo que algunos hombres religiosos dicen de Dios. Algunos hombres dicen que lo mejor sería borrar el nombre de Dios del lenguaje. Esto indigna a otros hombres que hablan mucho de Dios.

Algunos hombres que hablan mucho de Dios se indignan porque el honor de Dios queda mancillado. Algunos de estos hombres dicen que Dios quiere que algunos hombres venguen el honor mancillado de Dios matando a sus enemigos. Dios no sabe en realidad quiénes son sus enemigos. Aunque, si Dios no existe, seguramente no tiene enemigos. Pero debe existir, porque todos hablan mucho de Dios.

Algunos hombres ponen su propia indignación en labios de Dios. Algunos hombres llevan la indignación de Dios a la venganza y matan a los enemigos de Dios, que son los enemigos de estos hombres. Y así, la indignación es una indignación contra el lenguaje, es decir, contra la libertad. El trabajo que en ese momento andaba redactando viene a concluir que muchas cosas que decimos los hombres sobre Dios, en realidad Dios no las dice de sí mismo. Viene a decir que en cada cosa que decimos de Dios hay una dimensión misteriosa infinitamente mayor que todo lo que podamos decir de Dios: ni cuando los hombres religiosos hablan de Dios, ni cuando los hombres no religiosos hablan de Dios, ni cuando alguien habla en nombre de Dios, ni cuando alguien transforma en asesinato lo que otros han dicho que ha dicho Dios.

La desproporción entre lo que Dios es, lo que podemos decir de él y lo que verdaderamente diría Dios de sí mismo es tan inmensa, que lo mejor es concluir que todos deben ser escuchados -aun cuando no nos guste lo que dicen-. Cualquiera que se atreva a hablar de Dios con un mínimo de conciencia de que el nombre de Dios quema los labios -hablar mal o hablar bien de Dios-, jamás podrá admitir que nadie convierta el acto de habla en un acto de terror y de muerte. Y que por eso nunca debe tolerarse que alguien mate en nombre de la voluntad de Dios, pues tanto el "Dios que existe" como el "Dios que no existe" se llama “Dios que existe” y se llama “Dios que no existe” para expresar que su nombre está muy lejos de los nombres que le damos y las voluntades que en sus labios ponemos.

Cualquiera que mata en nombre de Dios jamás ha conocido al Dios que existe ni al Dios que no existe.

Si Dios hubiera hablado, lo habrían matado porque lo que diría de sí poco tendría que ver con lo nosotros decimos de Dios. No sé si habrá ocurrido alguna vez. Si así hubiera sido, la frase del filósofo francés –“No estoy en absoluto de acuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a defenderlas”- se habría quedado corta.


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