Oct
Yoyear
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Contemplado las ruinas de un monasterio abandonado, anota en su blog un amigo -él se declara no creyente- que los hombres que allí vivieron no se hicieron monjes para encontrarse consigo mismos -esa manía contemporánea- sino para encontrarse con Dios. Subrayo que él no cree en Dios.
Esa manía contemporánea, me recuerda otro blog, quizá no sea sólo contemporánea, pero hoy en día prolifera la necesidad de encontrarse con algo al fondo de nosotros, como hiciera San Agustín. Si no fuera porque el Santo de Hipona sólo se encontró con los más profundo de su corazón cuando se encontró con Alguien, distinto de él, más profundo que lo más profundo de sí mismo y, a la vez, más elevado y diferente que lo más lejano de sí mismo.
Y es que, dando un repaso, las ofertas de autoconocimiento y autosalvación por el camino corto, dan, por lo menos, que pensar.
Al menos a mí me lo ha dado el programa de un congreso en el que encontraremos mezcladas conferencias y talleres sobre coaching, psicología, psicoterapia, kabbalah, budismo, terapias alternativas, medicina tradicional, medicina china, curación espiritual, taichí, feng shui, yoga, aromaterapia, arteterapia, constelaciones familiares, liberación emocional, musicoterapia, reiki, chakras, flores de Bach, meditación, naturopatía, osteopatía, quiromasaje, astrología, quiromancia, tarot evolutivo, tarot adivinación, tarot terapéutico, aura, mentalismo, hipnosis regresiva, metafísica, ángeles, ambientación ecosana, programación neurolingüística, ciencia perdida de la Atlántida, energía qi, método Yam-ya de reconexión a la energía de los ancestros y liberación de memorias antiguas, astroenergética, quiroenergética, biorritmología y biomagnética.
Tanta sabiduría junta se vende a 9 euros por un día o 12 por los dos días de feria si se compran las entradas anticipadamente.
No tengo competencia ni conocimiento alguno como para valorar estas propuestas. Y además, mi formación tomista me invita más bien a pensar que en todo puede hallarse algún destello de verdad, si se busca con nobleza. Pero reconozco que muchas de estas -¿cómo llamarlas?: “¿artes?”- me suenan a enrocamiento sobre uno mismo, a autosuficiencia espiritual, a “yoyeo” revestido de palabros.
Me quedo con la necesidad de profundidad y liberación que denotan. Siempre, no obstante, creeré que la salvación, la felicidad, la libertad y la paz perdurables vienen por el encuentro con el diferente y, para quien quiera más, con el Totalmente Otro.