Abr
Universitarios en Salamanca
2 comentariosExtenuados, regresamos anoche de Salamanca. Han sido tres días de visita cultural y, por supuesto, lúdica con un grupo de colegiales mayores.
La verdad es que no ha podido ir mejor. Ha sido un viaje espectacular: las rutas culturales, la diversión, el tapeo, la convivencia. Hemos aprendido, hemos compartido, nos hemos divertido, hemos ligado (bueno, de esto me excluyo yo, por supuesto). Podría detenerme en muchos momentos especiales, como la visita al conjunto de San Esteban, donde los frailes nos han atendido de mil amores. Me ha alegrado comprobar el fantástico trabajo que realizan mostrando, a través del arte, la misión evangélica de los dominicos, su implicación con la lucha por la justicia a través de la sala del Capítulo Antiguo y las citas de los sermones impregnados de compromiso social de los dominicos en América. Nos lo han mostrado con tanta pasión que uno de los colegiales, al salir, concluía: “¿entonces podemos decir que en esta sala se reunió el primer consejo de la ONU?”.
Uno de los lugares que no quería dejar de visitar ha sido el Palacio de Anaya, sede actual de la Facultad de Filología de la USal. Es para mí un lugar especial y quería compartirlo con los colegiales. A ella acudía en mis años de estudio de teología en busca del consejo, las correcciones y opiniones de los amigos poetas que admiraba: Sánchez Zamarreño, Mercedes Marcos, M. Ángeles Pérez López, J. A. González Iglesias y siempre me detenía ante el busto de Unamuno, quien mandó esculpir en su solapa una pequeña cruz. Nos hicimos fotos con Unamuno mientras consideraba cómo mis angustias existenciales de aquellos años de estudio y de búsqueda, tan unamunianas, habían ido diluyéndose mientras han aparecido otros sentimientos que me siguen hermanando con Don Miguel: el paso del tiempo, la cercanía de la muerte.
En mi próximo libro –ya está todo listo, incluida una curiosa portada- lo expreso en un poema que comienza así:
Tampoco yo, Don Miguel de Unamuno,
quiero morir.
Gracias a la maravillosa alegría de los muchachos he vuelto de Salamanca sintiéndome más vivo. Bueno, a ellos y al cochinillo que compartimos a la vuelta por Segovia. Gracias, chicos, sois fenomenales!