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Una copa de Haendel
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Una copa de Haendel
José María Jurado
La Isla de Siltolá, 2013
Con este original título, celebración cuyo total porqué comprendemos paradójicamente en una elegía, en la final elegía que cierra este libro y, en realidad, lo abre de nuevo a otra lectura, a otra dimensión, llega a nuestras manos este poemario de José María Jurado.
“Una copa de Haendel” es culturalismo de otro modo. Hereda la parte buena, la que nos inserta en una tradición o en una amplia estela donde las artes y la literatura no son adorno, pretexto temático o excusa para la erudición, sino verdadero trasfondo, viva raíz de la que nutrirnos para poder crecer e ir más lejos. Pero, a su vez, estamos ante un culturalismo de línea clara cuyo afán de comunicación es consciente hasta el punto de poder los poemas ser leídos prescindiendo en buena parte de sus referencias.
Por otro lado, Jurado ahonda en una consentida llamada a la emoción. Emoción de la buena, es decir, aquella que apela más a la inteligencia que a las vísceras. Propósito para el cual la contención es indispensable. Y la exigencia formal. Y la elipsis.
Afuera están serrando los cerezos,
pero son nuestras vidas las que sierran.
Poner punto final en cualquier punto.
Chejov, Caspar David Friedrich, Elgar, Klimt, W. B. Yeats, Juan Gris, Gershwin y muchos más brindan con José María Jurado. Pero no estamos ante un brindis al sol, sino ante la celebración de la vida de concreta contenida entre las fechas concretas de alguien concreto, Miguel García Posada –lo descubrimos al final-, tío carnal de Jurado, por y para quien este libro se escribe.
Se trata de un ajuste de cuentas con la gratitud. La gratitud hacia aquel –y en el aquel están tantos aquellos- que ha sembrado en nosotros la semilla del conocimiento, de la belleza, de la búsqueda de la verdad y del sentido del mundo y de la historia.
Demoledor resulta, en este sentido, el poema “Cadena de peones”, ejemplo de cómo acabar un poema (“y justo ahí se acaba la partida”) y de cómo concentrar, en un sólo verso intermedio, un juicio histórico capaz de suscitar el aplauso o la desaprobación a partes iguales.
Como José María Jurado, que es Ingeniero de Telecomunicaciones, cada vez me gustan más los poetas de ciencias (arquitectos, economistas, técnicos en robótica). Parece que los de letras tendemos a perdernos en el bosque de la voces. Y, anécdota aparte, qué buen ritmo, qué precisión, que patronaje el de este “Una copa de Haendel”.
Y qué valor, porque hay que ser valiente para publicar en estos tiempos un poema titulado “Cónclave”, cuyos últimos versos transcribo:
Aún la humareda
flotará un poco más por la Ciudad y el Mundo
como una bandada de palomas
y, con la sencillez de los primeros cristianos,
-que será también la de los últimos-
la tarde morirá crucificada.