Oct
Tráfico de experiencias
3 comentariosVisto en uno de esos programas que descubro cuando estoy de viaje. El programa en sí me ha gustado: refleja situaciones muy distintas y, sin juicios, sutil e inteligentemente, los realizadores nos van mostrando aspectos de la actualidad que son elocuentes por sí mismos.
El capítulo en cuestión trataba de la industria del lujo, un sector que, al parecer, en plena crisis, no ha hecho sino crecer. Paradoja primera: la crisis ha creado ricos más ricos y pobres más pobres.
La cuestión es que el nivel de derroche de estos ricos resulta escandalosamente inmoral. Y así, una de las líneas de investigación que el reportaje seguía se centraba en una “diseñadora de tés”. Esta mujer diseña tés que ella previamente ha seleccionado en los lugares más remotos y a partir de los cuales realiza sus mezclas. A continuación, ofrece estos tés a personas de alto, muy alto nivel adquisitivo. Los presenta y ofrece en el hotel más caro de Madrid. Los precios oscilan entre los 300 y los 2.000 euros el kilo. Para ello realiza degustaciones que no se llaman degustaciones, sino “experiencias” de tés. El adjetivo “exclusivo” y todos su adverbiales es la palabra más repetida. Algunas de estas “experiencias de té” se organizan en habitaciones cuyo alquiler puede ascender a los 4.000 euros.
El caso es que las cámaras han asistido a una de estas catas que no se llaman catas. Tres invitadas han sido recibidas por la diseñadora de tés. Una de ellas, con rostro entre Yoko Ono y Piero della Francesca, es bloguera de vinos; otra, ataviada con lazos y flores en el pelo cual personaje salido de un cuadro de Frida Kahlo, es artista, no sé de qué, que a veces aquí cabe todo. La última se ha presentado como filósofa y ensayista. Llevaba una chaqueta que yo juraría ha salido del taller de Varela. Era la más lista y ha realizado un comentario interesante. En su opinión, una de las demandas más importantes del hombre de hoy es la demanda de experiencias. Las personas quieren experiencias y están dispuestas a pagar por ellas lo que sea. Pero como es filósofa y conferenciante, ha matizado: no todas las experiencias que se ofrecen son tales. Muchas están vacías de contenido. No es el dinero el barómetro de calidad de las mismas, sino algo, una presencia que hay detrás y que les da o no su calidad. Para esta ensayista, “son los intangibles lo que crean tangibles, y no al revés”. Total, que ha querido señalar que, por más lujo que las envuelva, lo que cuenta es lo que hay en el fondo, “algo intangible” que ella, casualmente, tiene la habilidad de descubrir.
Han tocado la guitarra, han sonreído desde unas facciones operadas, se han besado, han olido el té con los ojos cerrados y, después -si no antes: eso no lo ha filmado la cámara- habrán pagado una enjundiosa cantidad por la “experiencia” del té. Pero ahí han quedado las palabras de la conferenciante, cuya acertada reflexión sobre tangibles e intangibles, dado el contexto y el precio, me pregunto yo si no le habría resultado más acertado formular tomando el té, por ejemplo, en un descanso de algún hospital de la india -¿será por té?- ayudando a las Misioneras de la Caridad. Y eso por ir lejos.