Jun
Te lo voy a decir de otra manera
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Prólogo de Antonio Praena
... quizá por eso “La chica de amarillo” llamó la atención de la editorial Esdrújula y mi atención misma. Antes de conocer la identidad de su autor, discutíamos si se trataba de un joven joven o de un viejo poeta haciéndose pasar por joven. Después abrimos la plica y supimos de su persona. Juan Domingo Aguilar nos pareció un verdadero descubrimiento. La directora de la editorial lo vio claro: y encima era muy guapo: "este tío va a pegar fuerte".
Y es que “La chica de amarillo” cae en la cuenta de que amar no es lo que nos han contado ni lo que nosotros soñábamos.
Da igual si este poemario ha pasado por la experiencia del cantante que escribía de amor hasta que conoció el amor o no. Porque esa es la grandeza de la literatura: nos introduce en nuevas experiencias desde la literatura misma y nos deja vivir nuevas vidas que no caben en las lindes del tiempo en que duramos. Lo que importa es que Juan Domingo ha levantado un libro verdadero; y de la imposibilidad de amar ha hecho virtud poética y estilo propio.
Una voz le habla a su voz desde otras voces. No encontraremos un poeta que proyecta sobre el papel excrecencias sentimentales. Hay una forma de saberse y saber el mundo que habitamos que no precisa convertir a los oyentes en pantalla de nosotros mismos. Tampoco se trata de convertir un poemario en el centro comercial donde se ofertan emociones.
Estudiar, trabajar, enamorarse, compartir piso, adoptar un perro. Renunciar a cosas. Pensar una vida. Organizar las vacaciones. Estudiar, trabajar, enamorarse otra vez; volver al perro. “¿De verdad quieres acabar así? Juan Domingo no nos cuenta lo que vive. Ya ha descubierto que la poesía no va de eso.
En Juan Domingo se escucha la voz de una generación que empieza a descubrir la mentira de esta forma plana de estar en que nos han educado. Se trata del desengaño, pues no tenemos las riendas de nada, empezando por nuestros sentimientos.
Organizar las semanas en función de los cambios de humor. Una generación sin absoluto, una generación en despedida. “Dice que madurar es aprender a despedirse.” Quizá tenga que ver con la muerte, con alguna visita al tanatorio.
Este libro nos pone ante el hecho de que todos van a la salida y vuelven. A tanatorios y bibliotecas nadie quiere ir, pero siempre están llenos. Juan Domingo, en todo caso, se nos revela poeta porque parece no importarle mucho la poesía y sí ese no sé qué que es al final lo que queda porque es desde el principio lo que nos ha llevado.
Y, entretanto, parece que lo único seguro es el exceso de sufrimiento, su desproporcionada magnitud frente a la desproporcionada estupidez del poeta y sus cosas.
Te lo voy a decir bien clarito, la vida nos lo dice bien clarito: mira eres tonto y no tienes ni idea de los golpes maquillados, de todos los vestidos que hay en la basura, de todas las mujeres que esta noche no volverán a su casa, de todos los maricones represaliados o ahorcados en Qatar, de todos los cuerpos de los niños que yacen en las playas de Turquía, de todas las Europas no alcanzadas, de todos los orificios de bala que se suman en las casas familiares de Gaza Alepo Nom Pen Yuba.
Te lo voy a decir, estúpida poesía, para que dejes de hacer el ridículo. Eso escucharemos en estas páginas.
El nacimiento de una voz es siempre un soplo de esperanza. Si esa voz es diferente, la esperanza, entonces, es auténtica. Pues es connatural a la esperanza la diferencia. Y me alegra por ello darle la bienvenida a Juan Domingo Aguilar y su chica de amarillo.