Ene
Serás mi amigo?
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Prefiero la interpretación semítica de los sueños a su versión posmoderna y líquida. En el contexto bíblico, los sueños son revelaciones que vienen de muy lejos y de muy profundo y que abren interpretaciones de la realidad para explicar las cuales se requerirían largas sesiones por los caminos de la lógica.
Los sueños veterotestamentarios podían ser epifanías divinas que a la vez coinciden con afloraciones muy hondas de la conciencia humana; un lugar en que el mensaje externo viene a coincidir con aspiraciones tan profundas del hombre que ni éste mismo se percataba de ellas.
En esto de las aspiraciones coinciden. Sin embargo, un uso más domesticado de la perspectiva del sueño es utilizado para la expresión de deseos que parten de la conciencia subjetiva y que proyectan hacia el futuro un imaginario tan hermoso como tantas veces frustrado y frustrante. “Tengo un sueño” –suena bonito-, “despierta y ponte a soñar” –¡es tan romántico!-, pueden ser expresiones tan provocadoras como alienantes si pierden su anclaje en la realidad, en nuestras verdades biográficas e históricas o en el contexto social y cultural en el que se abre nuestra vida.
Y aunque vale la pena intentarlos, me queda el mal sabor de boca producido por una privatización exitosa de las ensoñaciones, su reducción individualizada, muy propicia al falaz guión de películas sentimentales y fantasías de final feliz. De utopías que olvidan su no lugar. Me refiero al sueño como refugio burgués de consecuencias alienantes y que muchas veces acaba saciado con un no explícitamente visible pacto consumista.
En su versión semítica el sueño espolea, pone en camino, perfecciona a la persona, desenmascara nuestras incoherencias, depura nuestras resistencias al sufrimiento. Por no ser fruto de intereses individualistas, por venir de otro lugar, por revelar algo otro –y en última instancia la vocación a lo totalmente otro-, responde a una aspiración no sospechada de sentido y, sin embargo y por ello, menos maleable y acomodaticia.
Este hermoso, hasta la extenuación hermosísimo tema de Sóley -(Will you be my friend in my dream?)- me ha recordado la prevención frente a los sueños pactados y venales. Pero quizá tan sólo ha sido otro sueño, un sueño despierto. Y no, yo quiero más, como en los sueños del silencioso San José que cumple en sí dos condiciones esenciales del verdadero artista: nunca se queja y nunca da explicaciones.