May
Sacrificio
1 comentariosA lo largo de un trecho decisivo, el camino de la santidad y el del arte corren muy juntos. Es el trecho del sacrificio. Por el sacrificio - todo por lo desconocido- se puede libar miel de la amargura, luz de las pérdidas.
Un poeta que no quiere ser citado pone la grandeza de la poesía en la posibilidad que nos da de convertir nuestro dolor en una obra de arte. En eso, la poesía, abre un camino de liberación, sí, pero a costa de un largo proceso de desprendimiento emocional y verbal. Y he aquí que en el camino de la santidad tampoco se llega muy lejos si se esquiva el sacrificio cuando éste es necesario.
Por el sacrificio sabemos realmente qué es lo que nos importa y qué aquello que sólo tenia aspecto de importarnos. Si tenemos algo en el corazón o sólo nos importamos a nosotros mismos. Descubrimos quienes somos en realidad a través de todo aquello que no somos, de aquello prescindible en nuestra vida. Porque, como dijera von Balthasar, la belleza del amor sólo se ve en su inutilidad.
El artista que no sacrifica el pedestal de su estatua no es un verdadero artista. Hay que conocerse mucho y dejarse a uno mismo atrás muchas veces para ir hacia delante y ofrecer una obra de alcance verdaderamente salvador.No sé si hablo sólo del artista cristiano, pero pretendo hablar de todo arte: más allá de la pose, toda obra comunicativa es fruto de una intensa batalla interior, aun cuando el artista recubra esta dimensión de su persona con la carcasa de un personaje que está por encima del bien y del mal.
Lo más miserable, lo más vergonzoso, como lo más insignificante, pueden ser la palabra, la imagen, el sonido de lo más humano, hondo, sublime, emocionante, comunicativo... si pasan por las manos de la verdad y el sacrificio.