Mar
Sacra neteja
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Santas, reinas, monjas y nobles damas atestan el repertorio iconográfico de
El padre escolapio Enric Ferrer asegura que la acogida ha sido muy buena y que el arte tiene que ayudar a reflexionar y que estamos en el siglo XXI y hay que interpelar en esta época. La polémica está en el ojo del espectador, y es el espectador el que pone un añadido, un positivo o un negativo.
¿Será así realmente? Debemos ser capaces de dialogar e intercambiar opiniones en la garantía de la comunión eclesial, y nada mejor que una obra de arte para dejarse interpelar y así ir creciendo hacia la verdad, que, aunque ya la tenemos dicha y completa en la revelación de Jesucristo, es una verdad que ha de alcanzar a todas las instancias de nuestra vida y a todos los interrogantes de cada momento histórico.
El cuadro es sincero y tiene las mejores intenciones. Desde el punto de vista artístico, dialoga y homenajea a los grandes de la historia del arte: unas mujeres cuelgan tapices en un guiño a Las hilanderas de Velázquez. Por una puerta a la derecha se deja ver un huerto lleno de luz mediterránea y de sombras amoratadas que recuerda a Sorolla. Unos cacharros colocados limpia y mansamente son una referencia moderna al Zurbarán más ascético. Otra de las mujeres que seca platos ensimismada nos recuerda a Gala en los retratos de Dalí.
El autor espera que el cuadro vaya cobrando distintas lecturas con el paso del tiempo y permanezca así como una obra viva. No matemos nosotros la alegría de opinar en la libertad de sabernos hijos de una Iglesia madre de todos los que tienen fe.