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Religión y poesía
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Últimamente mi cama está rodeada de volúmenes de obras completas. No soy uno de esos autores tan geniales y tan originales que dicen no leer mucho a otros por si les influye demasiado, por si les resta originalidad o afecta a su estilo. Es un camino completamente erróneo.
A mí me gusta que me influyan, necesito que me influyan y que me influyan bien. Por eso estoy rodeado de otras voces, cientos de voces, para que así ninguna pueda fagocitar tal variedad ni tome el control de las demás.
Voy pasando de un autor a otro en una misma noche, a veces hasta altas horas de la madrugada. A veces leo y releo cuando encuentro un poema que me sorprende. Últimamente Luis Alberto de Cuenca ha compartido mi almohada y este “Religión y poesía” me ha parecido deslumbrante. Por su valentía al dar cabida al tema teológico tan descaradamente -¡cuánto le agradecemos a Luis Alberto que escriba lo que quiere sorprendiendo a propios y extraños, sin mirar a derecha o izquierda!-. Por su profundidad tan naturalmente traida a este estilo de “línea clara”. Por su culturalismo completamente desprovisto de pedantería. Por esa matemática perfecta del 11 que parece que no ha sido medido, completamente naturalizado y sin sonsonete.
La alabanza, el júbilo se ser y de serlo con sentido y el drama: lo que el catolicismo puede aportar (no sólo) a la poesía. Una sesuda conferencia no lo expresaría mejor.
Os lo dejo sin más preámbulos.
RELIGIÓN Y POESÍA
(Paul Claudel)
Mi religión, o sea, la católica,
aporta a la poesía tres conceptos
que son fundamentales: la alabanza
de lo creado y de su Creador
(como en Akenatón, los himnos védicos,
San Francisco, Espronceda, Pound y Perse);
el júbilo de ser, pero el sentido
también de ser, al margen del azar
y de las ciegas fuerzas naturales;
y, por último, el drama, la tensión
de la lucha en un mundo relajado
que prescinde del cielo y del infierno.
Feliz quien, al amparo de la fe,
escribe poesía desde el júbilo,
el drama, la alabanza y el sentido.
De Por fuertes y fronteras.