Oct
"Regreso a casa"
1 comentariosMás de un regreso. Vuelve Gong Li. Los años que han pasado por la actriz china la han embellecido aún más, precisamente porque la alejan del artificio y acentúan en su rostro una tensa iluminación dramática. Gong Li es toda la tormenta: la suavidad de las nubes y la descarga del trueno, la oscuridad impenetrable y el primer rayo de sol. Una debilidad capaz de destrozarte y una brutalidad que te serena.
También Zhang Yimou vuelve a sus orígenes. Con “Regreso a casa”, esta su última película -fugaz por salas españolas, para qué quejarnos ya del desfondamiento cultural de este país- se aleja de la grandilocuencia visual de sus recientes producciones para abrazar de nuevo la simplicidad. Eso sí, una simplicidad con muchos recursos económicos y una crítica política tolerada por el régimen comunista que, de perseguir sus obras, pasó a encumbrarlo y hasta mimarlo.
Pero lo que importa es el contenido y la forma en cuanto obra de arte, pues no son la marginalidad ni la oficialidad la medida del talento. Cuando hay talento, lo que queda es lo que la obra tiene de verdad y de arte. Y en “Regreso a casa” volvemos a encontrar cine mayúsculo, soberbio, único, inconfundible: Zhang Yimou del que nos gusta.
Este es el argumento: el preso político Lu Yanshi es liberado cuando termina la revolución cultural. Denunciado y repudiado por su propia hija, tras la liberación descubrirá que la persona que nunca le traicionó y que lo esperó día y noche ya no lo recuerda. Su esposa (interpretada por Gong Li como si desde la cinta se ausentara de la cinta) sufre amnesia y, pese a estar él ya a su lado, acude todos los meses a esperarlo. Nada puede hacer Lu para que ella lo reconozca, por lo que, finalmente, acude junto a ella a esperarse a sí mismo en su regreso.
No es principalmente una historia de amor lo que nos cuenta la película. Tampoco se queda en una reflexión sobre la enfermedad o la amnesia. Se le puede atribuir un alcance ideológico que puede derivar en político al hablar de una reconciliación nacional que no es tal, toda vez que se intenta obviar la historia y pasar página sin reconocer los errores y los abusos, las secuelas de la represión y la ausencia de catarsis de las vidas truncadas.
Lo que tenemos aquí es la irrenunciable necesidad de esperar algo después de que lo arrancaron de nuestra memoria. Una película sobre las enfermedades de la esperanza, toda vez que ha sido sometida a manipulación, barridos o reconducciones. En todo caso, al final, el amor, porque la caridad todo lo espera, será quien espere con quien espera y no puede reconocer su objeto.
“Regreso a casa” ofrece momentos de verdadero cine, de verdad universal sostenida sobre lo más concreto, inintercambiable e íntimo de sus personajes. De ahí que numerosas secuencias alcancen un valor épico. Y, por supuesto, esta película nos devuelve al Yimou más genuino y poético, pues, en su manera de mirar y mostrar, algo ocurre más allá de lo que en el instantáneo fotograma podemos comprender.