Feb
Recogiendo fresa
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Una estación de autobuses de provincias. Hay tránsito de bolsas de rafia y señoras con gafas de sol falsificadas. Leo en un banco y una mujer con pinta de extranjera mira mi libro. Parece que quiere decirme algo, pero me hago el despistado. Se acerca finalmente, toca mi libro y recorre con su dedo el nombre de la poeta que leo: mi país, Polonia.
El libro era El gran número, de Wislawa Szymborska, y la mujer que se sentaba a mi lado una recogedora de fresa venida desde Polonia a echar la temporada. Me habló de sus dos hijos, que estudiaban tecnología, y me dio una estampa de la Virgen de Chestokova.
Yo acababa de publicar Poemas para mi hermana y llevaba ejemplares en mi mochila. La influencia de Szymborska está en Poemas para mi hermana. Le regalé uno y pensé que en ningún otro lugar mejor podía estar ese libro que en el equipaje de un ama de casa polaca que echa la temporada de la fresa en Huelva y se enciende de alegría al descubrir el libro de su paisana poeta en las manos de un muchacho español. Escribió el nombre de sus dos hijos en la estampa –no logro encontrarla, uno de ellos se llamaba Michal- y me pidió que rezara por ellos.
Fue un momento de inspiración, sencillez, realismo y dignidad. Como la poética de la Szymborska, que acaba de partir de este mundo y me enseñó que nunca hay que tener la última palabra.
Cálculo elegíaco
Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).
Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).
No me es dado saber
cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).
Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante).
Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).
Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).
Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.
Wislawa Szymborska. Fin y principio, 1993. Versión de Abel A. Murcia