Jul
¡Que levante la mano!
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Don José, un feligrés de todas las tardes con el que acostumbro a echar un rato de conversación en la puerta de la iglesia, es un magnífico conversador que la emprende por temas enjundiosos. Toda su vida ha guiado a ilustres visitantes por los monumentos de Granada: me cuenta anécdotas de Kissinger, de los reyes de Suecia... Domina a la perfección el inglés, el alemán, el francés y se atreve con el ruso… Aparte de las cosas de la vida, tiene la costumbre de traerme recortes de prensa que considera de mi interés. Y acierta. El último, una tercera de ABC firmada por Olegario González de Cardedal.
Como siempre, Olegario glosa su artículo con versos de poetas. Era una de las cosas que me fascinaban de sus clases -muchas veces lo hacía de memoria-. (Por cierto: su prosa noventayochista es una joya rara de encontrar hoy en día; también los teólogos deberían entrar en las candidaturas a reconocimientos literarios –ah: que no es políticamente correcto.) En fin: que Olegario cita a los poetas: Hölderling y Machado aquí. Juan Ramón, Unamuno y Rilke en otros de sus textos.
Y yo me digo: ¿nos hemos quedado en estos maestros? ¿Para cuándo hablar con los que son los machados y rilkes del siglo 21? ¿Quién citará Un sueño está soñando los sueños de los otros, o La sed de la belleza de la forma,/ que es sólo sed de un dios que nos sosiegue, de Francisco Brines? ¿Quién recoge la profecía de Antonio Colinas cuando nos anuncia -convirtiéndose en voz de ella- una sed misteriosa de luz que está amaneciendo, un despertar, ya en acto, de querencia de infinito? ¿Quién se deja interpelar por estos versos de Raquel Lanseros?: ¿A quien se le ha ocurrido este dios impasible/ fabricado con mitos y con prohibiciones? ¿Quién conversará con Juan Antonio González Iglesias cuando afirma y reclama las que él entiende como compatibles, a saber: la experiencia cristiana y la identidad homosexual? ¿Quién da la réplica a los cantos doloridos por el silencio de Dios de Antonio Carvajal en su Paráfrasis de las siete palabras? ¿Quién incorporará la experiencia profundamente cristológica de Alfonso Canales a la reflexión teológica? ¿Quién invoca al corazón como el gran cartógrafo de Dios (Todo mi corazón cabe en tu mano/ y en este corazón ya cupo el mundo:/ el mundo que no cabe en parte alguna,/ salvo en tu mano dios, la continente) en el frenesí rítmico de Carlos Marzal?
¿Quién? ¡Que levante la mano!