Oct
Pura impureza
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Asistía el otro día a la presentación del nuevo libro de un amigo. Tras una magnífica introducción a cargo del prologuista y la lectura de algunos poemas en la voz del propio autor, se abrió un espacio para el diálogo.
Entre los distintos temas que se fueron cruzando hizo el poeta una alusión a la poesía social para decir que no hay poesía más humana y que más contribuya a mejorar el mundo que una poesía pura, sin necesidad de dar entrada específica a temas sociales.
En algo estoy de acuerdo y en algo no. Sí al hecho de que la poesía, de por sí, si es buena, contribuye a mejorar el mundo mejorando al hombre –aunque no soy demasiado optimista al respecto-. Pero no comparto la idea de que un poema que aborde la cuestión social deba de ser, por ello, clasificado como menos poema o menos puro.
Desgraciadamente mucha poesía con motivaciones sociales cae bajo la afectación puramente emocional o puramente ideológica. Las buenas intenciones, la profusión de lugares comunes, el tono impostado, el carácter panfletario y exaltado o la emotividad truculenta pueden enturbiar un poema hasta hacerlo insoportable. Pero ¿está libre de ello un poema amoroso, metapoético, existencial, elegíaco…? No creo que sea el tema el que haga impuro al poema sino el poema en sí mismo.
Un poema social puede ser y es, si es bueno, un poema de amor, una profunda incursión por la cuestión de la existencia, una muestra de metaliteratura y hasta un canto por el canto.
Cierto es que tendrá que enfrentarse al riesgo y la tentación de todos los abusos antes enumerados y, por supuesto, atreverse a nuevos cauces en que levantar la verdad poética de su reivindicación más allá de los tópicos en que ésta se hizo. Pero ahí está el reto y la ocasión de desplegar el verdadero arte.
La pureza de un verso, si lo es, lo es también por su impureza.