May
Poesía de la liberación
6 comentarios
El poeta y sacerdote Nicaragüense Ernesto Cardenal es el flamante ganador del Premio Reina Sofía de Poesía que concede Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca en reconocimiento a toda una vida dedicada a la poesía.
La ocasión me recuerda, en otras coordenadas, a la concesión hace unos años del Premio Príncipe de Asturias al dominico Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación. Y me lo recuerda porque, en los dos casos, nos muestra cómo el mundo de la cultura reconoce la aportación del pensamiento y la obra de personajes a quienes, desde algunos sectores de la Iglesia, se ha desautorizado y minusvalorado.
Quienes me conocen saben que no estoy ni a favor ni en contra de la teología de la liberación, sino receptivo de sus necesarios subrayados y sus urgentes denuncias y llamadas al compromiso real, así como partidario de repensar sus desviaciones ideológicas o pseudo-científicas.
Me permito esta vez hablar sin demasiados matices porque quien quiera entender bien entenderá bien y quien quiera entender mal entenderá mal. Sabemos que algunas veces los argumentos sirven para justificar nuestras previas posturas vitales y nuestra resistencia a dejarnos interpelar por el Evangelio. Me refiero al método utilizado sutilmente muchas veces para, argumentando contra aspectos no sustanciales y discutibles, desautorizar la totalidad y la esencia de un trabajo o una reflexión que es esencialmente urgente, necesaria y mucho más cercana al Evangelio y su verdad que las posturas desde las que se la desautoriza.
Contaré una anécdota. Asistía a los cursos de verano de una universidad. El tema de las ponencias era la teología del siglo XX. Se habían encargado las intervenciones a solventes teólogos. Un bloque del curso estaba dedicado a teólogos destacados del pasado siglo. Un teólogo, una conferencia y un conferenciante diferente. Se preveía que la dedicada a Gustavo Gutiérrez podría generar rechazos. Por ello los responsables del curso se la habían encomendado a un teólogo fuera de toda sospecha de ideologización, de edad y trayectoria más que sólida y de carácter conciliador, afable y divertido, mosén Rovira Belloso –a quien tanto debemos los profesores de Trinidad-. Mosén hizo una exposición equilibrada en la que subrayaba las aportaciones y retos planteados por la teología de la liberación. Su tono había sido el de un abuelete que no quería abrumar con demasiados datos, citas o planteamientos sesudos.
En el momento de las preguntas, un asistente que hoy ocupa un puesto de gran responsabilidad señaló que el ponente había obviado el documento en el que el papa condenaba la teología de la liberación. El talante de Rovira brilló aquí; dejó de lado el tono vago, y de su cansada memoria rescató literalmente el siguiente texto de la Instrucción Libertatis Nuntius:
La llamada de atención contra las graves desviaciones de ciertas «teologías de la liberación» de ninguna manera debe ser interpretada como una aprobación, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a quienes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes esta miseria.
También nos recordó lo que en teología se entiende por “proposición teológica trascendental” para señalar que numerosos documentos eclesiales sólo señalan las posibilidades de viabilidad o los límites que hacen inviable una proposición sin desestimar que, teniendo en cuenta esas posibilidades “trascendentales”, no puede afirmarse “categorialmente” la inviabilidad de una propuesta.
En claro: que se tome lo hay que tomar y se deje lo que no se puede tomar. Y que no tomarlo, una vez se ha reconocido su necesidad, es una grave falta de responsabilidad teológica y pastoral, así como de teologal caridad.
Mosén nos dejó atónitos.
Y todo esto venía a propósito del reconocimiento civil de la obra poética de Ernesto Cardenal con uno de los premios más importantes de la esfera literaria. Ah: se sabe que este año también ha quedado muy cerca de obtener el Cervantes. Quién sabe.