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Para decir amor sencillamente
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Las formas de posterioridad a lo moderno, las post, trans y contramodernidades incurren en error de engañarse cuando siguen adorando al ego y lo siguen situando en el centro de todas las demandas, incluso las que se erigen en nombre del altruismo. El consumo es la nueva religión y el yo crece estando a la venta; el narcisismo es nuestro índice de mercado. Antes que ser invisibles o inexistentes, demandamos para ser demandados, expuestos y cotizados.
Por eso son tesoros a proteger los actos de admiración. Olvidar admirar, verdaderamente nos achica. Decir, sin más interés oculto, "esto es bueno, esto debe ser conocido, esta obra debe formar parte de un nosotros" es imprescindible para no ahogarnos en nuestros pozos ciegos.
Admirar ex profeso es lo que hace este volumen, "Para decir amor sencillamente". En él 100 autores escriben su poema homenaje a Rafael Guillén a partir de un verso, una anécdota, un recuerdo de Rafael. Ingente es el trabajo realizado por los coordinadores, Javier Gilabert, Juan José Castro Martín, Fernando Jaén Águila y Gerardo Rodríguez Salas.
Los entresijos del proyecto asoman en los renglones de la introducción, firmada por Juan Carlos Friebe, en la que se nos relata el encuentro que el 26 de julio de 2021 mantuvieron con el poeta homenajeado al que le presentan, sin él saber nada, la casi totalidad del libro homenaje a su trayectoria. El protagonista, Rafael Guillén, abre entonces el bloc con la práctica totalidad de los poemas y el primer texto que encuentra pertenece a Francisco Brines, quien envió su colaboración apenas 7 días antes de su muerte. La voz de Rafael tiembla de emoción y la emoción permanece al encontrar los nombres de Antonio Gamoneda, Luis Alberto de Cuenca, Jenaro Talens...
El poema enviado por Brines pertenece a su libro "Insistencia de Luzbel". El poeta de Oliva y Premio Cervantes ya no podía escribir, pero eligió un texto suyo que da en el centro de lo que esta obra quiere transmitir. Se titula "Al lector". Trata de cómo un poema nace en una noche y atraviesa el tiempo hasta llegar, en otra noche y otro tiempo, hasta las manos del lector y, por si este no tuviera suficiente, agudiza el dolor que quien lo recibe ya tenía. Pero los últimos versos se dirigen directamente al futuro lector y le preguntan "¿quién nos hizo?".
Tres tiempos se cruzan en el poema de Brines: el tiempo de la creación poética, el tiempo de la recepción del poema y un tiempo sin tiempo, el de la creación misma, el del misterioso origen del poema que lo hace nacer en el autor, lo vuelve a recrear en el lector y permanecerá como fuente de toda creación, anterior, simultáneo y posterior a todos los poemas.
Para alguien que lee desde una perspectiva teológica, no se hace esperar la referencia a Dios, creador continuo. Este paso no lo explicitó nunca Brines. Pero su obra se dilata en esta misteriosa realidad cuya adscripción o negación teologal mejor la deja abierta el poeta. Que es como dejarla siempre a la consideración y a la inquietud de quien quiera entender como quiera entender.
En definitiva, este volumen homenaje a Rafael Guillén es eso: un cruce de lectores que escriben. Lectores antes que escritores, porque el punto de partida es la voz del otro y el de llegada la escucha para volver a empezar y no acabar.
Es este "Para decir amor sencillamente" una apuesta por un modo dialogal de entender al poesía; un acto de amor donde el otro importa más que yo; un oportuno aldabonazo sobre la tendencia narcisista que recurrentemente amenaza a los poetas. Porque, sin duda, la incesante lucha para mantener el yo a raya es más creativa que la afirmación de uno mismo.
El exquisito cuidado de todos los detalles del volumen, su cubierta de solapas redobladas y metalizadas, las cartulinas de cortesía oscuras, duras y sólidas, las distintas intensidades de tinta, la secreta y no siempre descifrable distribución de los autores, hacen de este un libro joya; algo así como una alhaja de familia: algo para atesorar pero a la vez tener cerca y asi volver a escuchar cuantas historias se concitan en ella.
Me gustan tantos inéditos que no me atrevo a dar nombres. Pero no me resisto a acabar con el final del poema enviado por Carmelo Sánchez Muros:
a esos les diría, como me digo a mí:
ata tu furia, enclaustra tus colmillos,
apaga ya la tea que ambiciona más leños,
apacigua jaurías, deja de ser quien eres:
cambia. Nada valdrá la pena
si en la victoria pierdes lo que amabas.