May
Obreros de la palabra
5 comentariosEsta entrada nace de un comentario que, con ocasión del día del trabajador, he hecho en Facebook y que ha provocado una animada conversación.
¿Debe cobrar un poeta, como obrero de la palabra, por leer sus poemas? En mi caso, es algo que contradice mis principios. Pero entiendo que yo, en mi voto de pobreza y sin tener un salario propio ni siquiera para comprar y "poseer" los libros que me gustaría, disfruto del regalo impagable de tener un plato de comida todos los días. Porque nuestros bienes, para mucho o para poco, son en común. Es una elección personal y, por lo tanto, no puedo contradecir ni juzgar a quien no ha hecho mi misma -rara- elección.
Ello me lleva a pensar que alguien entregado a la escritura y que no disfrute del regalo de los bienes compartidos por una comunidad conventual -que es mi caso- sí debería recibir su salario, por más que la poesía sea un don.
Otra consideración distinta me merece que poetas cuya obra no ha tenido aún más trascendencia que la de ser una moda exijan 1.000 euros para hacer una lectura de 45 minutos.
En el debate de redes, hay quien ha recordado esa distinción entre precio y valor. Hay quien, como autor, señala que, si hablamos estrictamente de la poesía, es totalmente legítimo que un poeta cobre por leer: está ofreciendo algo valioso. Que sea inmaterial no reduce su valor.
El mismo José Martín Vayas, quien fue bastantes años responsable del CAL (Centro Andaluz de las Letras) nos ha recordado que el trabajo de un autor literario, incluidos los eventos como las lecturas públicas, debían ser remuneradas: “otra cosa son los actos que promocionan la presentación de un libro y buscan una mayor venta del mismo. En mi etapa como responsable del CAL así lo establecí”.
Por otro lado, un lector nos ha hecho notar que, “frente a la cultura del gratis total hay que exigir una remuneración, aunque sea simbólica, cada vez que se publica, que se leen poemas, que se realiza alguna actividad literaria. De lo contrario, solamente se contribuye a que la figura del poeta se desvalorice cada vez más ante la sociedad en general. Quien produce bienes culturales (como la poesía) tiene tanto derecho a participar de la economía como los demás, sencillamente porque no vive del aire.”