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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

16
Jul
2014

No es posible acostumbrarse a la muerte

5 comentarios

 

La había buscado hasta en la bolsa de aseo. Estaba seguro, completamente seguro, de que la puse junto a los papeles importantes. Había registrado uno por uno los libros con los que he traficado en estos últimos meses hasta traerlos a Granada. Entre apuntes, entre exámenes, en la bolsa de los calcetines, en la carpeta de inéditos que siempre me acompaña y no, no la encontraba.

Recuerdo que se llama Victoria. Se acercó a mí tras una lectura, me tomó dulcemente de la mano y me dijo cuánto le había emocionado escuchar un poeta español y entenderlo todo en su propia lengua, el sefardí. Me contó la larga y trágica historia de su familia judía, su periplo por Europa. Todas las semanas se reúnen en un coro para cantar canciones sefardíes. Incluso cantamos los dos aquello de “por la tu puerta yo pasí”.

Le prometí enviarle un libro cuando estuviera de vuelta en España. Había guardado su dirección con mimo. Y, ya de vuelta, nada, no aparecía. Me sentía culpable suponiendo que la había decepcionado, imaginando que pensaría que era uno de esos tipos que dicen cosas muy bonitas y después se olvidan fácilmente de lo prometido. Hasta he recordado estos días un poema de Szymborska en el que, tras enumerar algunas de esas experiencias que ya no podrán ser de forma irremediable (una explicación por dar, una carta por responder, una oportunidad que hemos dejado irse), concluye que estas cosas algo hacen por nosotros: nos acostumbran a la muerte.

Y, sin embargo hoy, escrita detrás de una de esas tarjetas de visita que la gente te entrega, ante mi asombro, ha aparecido la dirección de Victoria. Si la alegría no fuera tan grande, me estaría ahora mismo golpeando la cabeza contra el suelo por torpe. La dirección de Victoria ha estado junto a mí todo este mes, a 30 centímetros de mi mano, sobre mi mesa.

Cada vez me gustan menos los poemas con palabras tales como “nunca”, “todo”, “nada”, “siempre”. La vida es demasiado frágil para caber en palabras totalitarias. Los malos poetas somos dados a esas palabras: emocionan mucho, dan una sensación de grandeza, definitividad, elevación. No deja de ser un recurso fácil para personas impresionables, comenzando por el autor mismo y su vanidad.

Y, sin embargo, lo he vuelto a hacer; he vuelto a decir “nunca más”. No sólo la belleza de la vida, sino también su misterio, hallan mejor posada en las palabras pequeñas.

Y en lo no dicho, sobre todo si no se dice para ponerte a enviar, con perpleja alegría, con esperanza, un libro que te reconcilia contigo mismo. No es posible acostumbrarse a la muerte.

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Blanca Ruiz Narvaez
17 de julio de 2014 a las 00:22

Canto a la esperanza ,precioso,cercano,se puede sentir y ver .Antonio ,tu grandeza reside en tu lenguaje próximo al lector pero sin dudar de su inteligencia. Los pies en la tierra y la cabeza bien enroscada.Mil gracias Antonio.

Blanca Ruiz Narvaez
17 de julio de 2014 a las 00:23

Canto a la esperanza ,precioso,cercano,se puede sentir y ver .Antonio ,tu grandeza reside en tu lenguaje próximo al lector pero sin dudar de su inteligencia. Los pies en la tierra y la cabeza bien enroscada.Mil gracias Antonio.

Anónimo
17 de julio de 2014 a las 21:03

"(...)La muerte
siempre llega con ese instante de retraso.
En vano golpea la aldaba
de esa puerta invisible.
Lo ya vivido,
no lo puede deshacer". Un saludo desde Polonia.

Anónimo
18 de julio de 2014 a las 02:38

Saludos y abrazos, querido o querida amiga polaca, o anónimo viajero que por allí andes.
AP

teresa
2 de noviembre de 2017 a las 23:40

Sí, "esas cosas que ya no podrán ser" dejan un regusto amargo, como la muerte.
Por eso ando con cuidado, procuro no postergar, no posponer, no procrastinar.
En efecto, "lo ya vivido no lo puede deshacer", eso que queda de ti en los que te rodean. Por eso no dejes de amar, no dejes de perdonar, no dejes de cantar y bailar, no dejes de escribir o leer aquello que te interesa

!Ah¡ y cuando algo no encuentro, sigo el consejo de mi madre, rezo tres Padresnuestros (dobles) a San Antonio de Padua y el santo no me falla, lo que se resisitía, aparece. Hay quien me dice que lo habría encontrado de igual manera, pero lo cierto es que yo noto que hay un instante en que soy guiada al lugar donde se encuentra lo perdido.

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