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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

28
Oct
2012

Misericordia veritatis

6 comentarios


En una de las homilías del pasado encuentro europeo de regentes de estudio el predicador nos narró la historia siguiente:

 

 

Un día el obispo del lugar se dirigió a un monasterio. Habló con la priora y le expuso la necesidad que tenía de que una de las hermanas se dedicara a anunciar el Evangelio. “Señor obispo, nosotras somos contemplativas. No salimos de aquí y no sabemos hablar en público”. El obispo insistió, porque la situación era apremiante.

 

La comunidad se reunió y eligió a una hermana para predicar el Evangelio. Le asignaron el oficio más humilde. En realidad la hicieron pasar por todos los oficios. Fue portera, tornera, enfermera, sacristana, cocinera, procuradora…

 

Tras un tiempo decidieron que era conveniente enviarla a estudiar. Con la bendición de las hermanas partió a la universidad en donde realizó el cursus apropiado al caso. Estudió filosofía, artes y teología. Se esforzó en comprender, someter las cosas que creía al análisis de la razón desmontando sus razones propias para volver a levantarlas desde diversos puntos de vista. Volvió un día. Pero, ante el capítulo monástico reunido, la hermana manifestó que aún no se sentía preparada para predicar.

 

La comunidad entonces la envió de nuevo a completar su preparación. Esta vez la monja vivió en la calle, fue mendiga, sintecho, parada… Durmió en casas de acogida, comió en comedores sociales en compañía de perroflautas. Convivió con prostitutas, drogadictos, alcohólicos. Lloró, sufrió, sintió vergüenza. Contrajo el sida. Le lamieron los perros las heridas. Envejeció de pronto varios siglos.

 

Volvió a su monasterio y entonces sí, consideró que ya estaba preparada para hablar de Dios.

 

 


La historia es muy hermosa y muestra por sí misma sus implicaciones. Pero, pasados unos días desde el momento en que la escuché, me pregunto cuál sería nuestra reacción ante una situación similar. Qué tipo de comentarios harían algunas hermanas ante la monja que vuelve de ese modo al monasterio. Qué opinión le merecería al obispo.

 

Ante mis dudas, tan sólo la certeza de que a Dios esto le parecería bien me devuelve la paz.

 

 

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Salvador Cantal
28 de octubre de 2012 a las 20:38


Hola Antonio:

¿A caso hay otro camino?

Un abrazo más que fraterno.
Salvador

Anónimo
28 de octubre de 2012 a las 20:44

Cuando dejemos de juzgar entoncer seremos capaces de escuchar a Dios

actualizar
29 de octubre de 2012 a las 07:35

No hay más que ver las reacciones en determinados foros ante la dominica contemplativa L. Caram, su opción de " dar lo contemplado " en el claustro del mundo. Su último libro. La actualización de la vida contemplativa femenina es indispensable, inaplazablemente necesaria. O continuará la sangría del cierre de conventos y monasterios.

Celeste
29 de octubre de 2012 a las 19:21

Un poco aparte del post, pero algo relacionado con él, quería comentar contigo y con todos vosotros, lectores, el Sínodo en Roma sobre la Nueva Evangelización. Leí la noticia en El Mundo, y vi propuestas muy interesantes. Una propuesta esencial, por supuesto, es dar más papel a la mujer en la Iglesia. Pero casi más interesante me parece la de quitar la pena de excomunión para los divorciados que se vuelvan a casar, más incluso que la de quitar el celibato a los sacerdotes, cosa que al fin y al cabo es una decisión profesional tomada libremente. Me explico. No es lo mismo algo que tú decides que algo consensuado entre dos personas, donde la otra parte te puede dejar en la cuneta, pegarte o hacerle daño a tus hijos. De todos modos, yo, del sexto, lo disculpo prácticamente todo. Y no creo que esté faltando a nadie si digo que Dios también.

libre
1 de noviembre de 2012 a las 16:56

Nos creó a imagen y semejanza. Libres

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Agustín García Calvo

in memoriam

Celeste
2 de noviembre de 2012 a las 00:20

Excelente poema. Gracias por compartirlo con nosotros.

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