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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

14
Dic
2018

Mientras la luz

1 comentarios
Mientras la luz

Valencia, 2012, Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). Visito al fin la exposición “Más al sur” de José Saborit, amigo cuya obra poética era, hasta el momento, más familiar para mí que su obra pictórica.

En ese templo consagrado al arte moderno se abría, sin embargo y de pronto para nuestros ojos, algo más allá de lo moderno; algo, en esas salas acostumbradas a lo novedoso, más allá de cualesquiera pretensiones innovadoras, rompedoras o supuestamente transgresoras, y ello, sencillamente, porque aquellas pinturas eran revelación.

Años después, cuando O_lumen echó a andar, se gestó el sueño de poder acoger y mostrar un día en este espacio las pinturas de José Saborit. Este sueño se realiza tras más de un año de trabajo emocionante.

Este lugar nacido para convertirse en ámbito de trasparencia donde puedan encontrarse las obras de los artistas y los caminos de los hombres y mujeres que van buscando lo auténticamente trascendente y auténticamente humano acoge las pinturas de Saborit como algo que estaba llamado a suceder.

En las pinturas de Saborit vamos a dar con la mirada abandonada de sí y de ego que en el arte y en lo espiritual -cada uno dentro de la libertad de sus caminos- llamamos contemplación y que tan necesaria es para nacer de nuevo y para revivir el prodigioso milagro del ser y el existir. Lo que el artista vive, lo experimentaban a su modo también los teólogos medievales. La luz no sólo nos muestra las cosas en su ser, sino que ella, la luz, es ya en sí misma el ser esplendiendo más allá de las cosas y del tiempo. Es ella el asombro primordial.

El poeta deja decirse y el pintor deja mostrarse este asombro primordial. Desde el punto de vista teologal, podríamos decir algo análogo: Dios es luz no sólo porque hace ser las cosas y porque las hace visibles, sino porque es la condición en que todo es y todo está patente, visible, dado a los ojos del hombre. Tu luz -dice el salmo- nos hace ver la luz. En cuanto luz, Dios está y hace visibles las cosas retirándose de las cosas. También Saborit se retira de sus pinturas de una forma humilde, sacrificial incluso, para que el misterio sea y sea sólo el misterio.

Ser pintor sin ir de pintor, igual que Dios se rebajó incluso a la muerte para salvar y salvarnos de la muerte. Por ello, la condición kenóticamente artística de José Saborit es capaz de dejar que el misterio se revele y nos revele el mundo desde una perspectiva radicalmente inédita. Y, porque ya no pregunta, porque ya sólo nos sumerge en lo abierto, pueden nacer nuevas búsquedas para quienes hasta su obra nos acercamos: ¿quién sostiene el horizonte? ¿Será lo inabarcable e indefinible quien sostiene la línea del horizonte y no a la inversa? Sin pretender ser humanismo, ni arte, ni teología, estas pinturas nos arrastran a una experiencia del hombre, del arte y de Dios más profundas.

Del hombre porque invierten la perspectiva de las búsquedas invitando a verse a sí mismo desde una luz nueva, desprovista de a prioris y de afán de afán de dominio. Así, ellas ensanchan y profundizan la conciencia de lo que como humanos somos y nuestro lugar en el cosmos.

Del arte, porque, sin trucos, atajos, efectismos y ambiciones narcisistas, todo lo que podría ser pintado y todo el virtuosismo que podría ser exhibido se acaba acogiendo a lo que exige ser pintado, revelado en su misterio, haciendo así del arte un lenguaje de lo inefable y no un discurso al servicio del ego del artista.

De Dios, porque, sin que necesitemos conocer si hay algún presupuesto religioso en estas obras, ellas nos introducen en una forma de gloria análoga a la Gloria que el Creador mostrara a la mirada de un niño en el primer amanecer del universo -si es que acaso no es la misma gloria-.

Por esto y por mucho más, la obra de José Saborit estaba llamada a entrar en este templo. Estos muros reciben sus pinturas pero, en realidad, son ellos los que entran también en la luz de estas pinturas.

Esta doble correspondencia nos hace patente, eso: que Mientras la luz…; es decir, que la luz es un Mientras, y que, quien una vez ha existido en ese tiempo de gracia, en este Mientras, ha ingresado ya para siempre en algo que trasciende al tiempo y la materia.

Son éstas unas pinturas impregnadas de esperanza. Porque toda la luz futura es atisbada desde un punto presente. No puede haber camino hacia la eternidad si no es atisbado en el instante. Y ocurre que, por otro lado, el cristianismo no sería el cristianismo si elimináramos de su moral la virtud de la esperanza. Sin buscarlo, por caminos diferentes, la esperanza viene a ser un elemento común entre estas pinturas de Saborit y el espíritu que hizo que esta sala se abra al mundo del arte y la palabra. Eso es lo hermoso: encontrarse sin buscarse o, al menos, sin saber que nos estábamos buscando por los caminos diferentes de mundos diferentes que son el mismo camino y son el mismo mundo.

Acompaña a las pinturas una proyección in situ del cineasta Hernán Talavera sobre el proceso creativo del pintor. Formado con directores como Víctor Erice o José Luis Guerin y pintores como Antonio López, el cortometraje de Hernán Talavera tiene la virtud de hacernos asistir al espacio y al tiempo en que las pinturas de “Mientras la luz” han surgido.

Recuerden: en O_Lumen (C./ Claudio Coello 141, Madrid, hasta el 31 de enero) No se la pierdan: saldrán mirando el mundo de una forma distinta.

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Raquel
1 de marzo de 2021 a las 04:51

El azul que es el espejo del mar en los cielos... Mundo en el trabajo del pescador y las redes para bancos de peces . La mar donde terminan los ríos transportes de los nacederos el la montaña del norte. Finisterre

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