Ene
Mi animal instinto
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Son cada vez menos las palabras que abren mi corazón. Lo siento, pero trabajar en las cosas del lenguaje cansa y, con el paso del tiempo, un instinto animal ocupa el sitio de la razón en lo que al trato con las palabras se refiere. Quiero decir que uno se acaba comportando como esos animales que han adquirido o heredado un instinto que les indica qué hierba es buena y qué hierba es mala sin detenerse demasiado en consideraciones, cuál comer y cuál no.
No exagero. Es algo que no sé bien explicar, que sólo se comprende por experiencia. Un instinto desarrollado tras muchas horas midiendo, pesando -¿se nota la alusión a Fray Luis?-, aventando -ahora toca León Felipe- y arrojando a la papelera poemarios enteros para que vivan sólo las sílabas imprescindibles… (y ni aún así: siempre se cuela algo prescindible).
¿Que a qué viene esto? Pues a que he acabado en estos días mi “top 5” de palabras verdaderas, de palabras que creo y me hacen creer en aquellos que las pronuncian, de palabras que decantan mi corazón hacia el lado del amor. Y la ganadora, mi “number 1” indiscutible, es la palabra
“gracias”.
Ahora sólo me falta invertir las mismas muchas horas no en los campos del lenguaje, sino en los del amor. Y no sé si podré.