Ene
Me gustan las tATu
9 comentariosHace poco, en Facebook, comentaba un amigo “En Roma, deprimido al descubrir que me gusta la arquitectura fascista”. En un contexto jocoso y exagerado, evidentemente, el pobre señalaba que se le caía el alma con todas sus convicciones al hallar placer estético con la contemplación in situ de la arquitectura característica de un régimen político cuya ideología le produce nauseas.
Muy bien. Pues algo parecido me ha ocurrido al sorprenderme a mí mismo deleitado con las tATu, sus canciones y sus videos. Mira que lo he dicho veces: que son sólo un producto comercial, que su música no tiene más talento que el de un ordenador, que sus videos buscaban una polémica meramente superficial y rentable…
Y nada, aquí me ven: ahora me gustan la tATu y hasta me inspiran metáforas. ¿Recuerdan aquel video –Not gonna get us- en el que descienden por el hielo sobre un camión que no conduce nadie? Lo pongo por si acaso. Se publicitaba –lo que hace el merchandising- con comentarios acerca de la generación a la que se supone representa: dos adolescentes que se abrazan a bordo de un camión que se desliza sobre resbaladizo espejo y al que nadie conduce y está destinado a estrellarse.
Si embargo –ironías de la vulgaridad- este dúo, que sirvió para mostrar al mundo lo moderna que se había vuelto Rusia, vuelve a mi memoria como metáfora incalculada de un tiempo, de una patria y de una generación.
Miren, mírenlo. Algunos nos hemos contemplado sobre un espejo que sabíamos roto de antemano y nos hemos retado camicaces a nosotros mismos sin que sangren las pupilas. Y un corazoncito temblaba en el salpicadero. Y una sirena daba vueltas y más vueltas. No hay más llama que la del carburador. De vez en cuando se cruzaban fotos de otro tiempo -la infancia, el amor roto- mientras cantábamos, cantábamos… bajo un crepúsculo estepario.