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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

28
Abr
2013

La vida es eso que nos pasa mientras hacemos otros planes

1 comentarios

 

Me llama Katy. Su madre acaba de morir. Esta tarde no podrá recogerme en la estación de Murcia, pero ya lo ha arreglado todo para que alguien esté allí.

 

 

Así es que tomo el autobús como estaba previsto. Al rato, una llamada: bájate en Puerto Lumbreras, que me ha dicho Inma que te recoge ahí. No conozco personalmente a Inma Pelegrín, a excepción de algunos poemas suyos y una breve conversación telefónica. Así es que aquí estoy, en “Casa Liu”, una cafetería a lo murciano regentada por chinos en el centro de Puerto Lumbreras, esperando a una chica rubia.

 

Pero Inma no es rubia, es morena y su sonrisa se abre paso entre las mesas de la terraza. He pensado recogerte aquí y así nos pasamos por Totana, estamos un rato con Katy y le damos un abrazo en este momento. Yo también le agradezco a Inma la idea. Nos tomamos un café y hacemos intercambio de libros y dedicatorias. Este está recién sacado de la caja, porque normalmente mis libros van manchados de sobrasada o nocilla de la merienda de mis hijos. Bueno, todos mis papeles, porque los tengo siempre por medio mientras plancho, cocino o limpio la casa.

 

Salimos hacia Totana. Katy está en la puerta del tanatorio en compañía de poetas amigos que han venido de Murcia a acompañarla. Nos recibe con abrazos profundos, muy profundos. Katy me toma de la mano, entramos en el tanatorio y ella, que no es creyente, orgullosa y emocionada, me presenta a familiares y vecinos como su “amigo cura”. Rezo en silencio ante el cuerpo de su madre. Rezo solo pero no estoy solo. Salimos cogidos de la mano como habíamos entrado.

 

Inma y yo tenemos que proseguir camino a Murcia para el recital y, aun así, llegamos justitos de tiempo. No sé por qué –quizá por todo esto- la lectura es una de las más hermosas que he hecho. El público, una maravilla, y eso que están acostumbrados a escuchar a muchos autores y se trata de un grupo exigente y crítico. Hubieron lágrimas de emoción y también carcajadas con mis poemas más gamberros.

 

Me despido de Inma –mañana trabajo en el laboratorio y antes tengo que dejar las cosas de la casa y de los niños preparadas-. Esa misma noche comienzo a leer su libro, “Cuestión de Horas. (Dies fugit)”. Le había escuchado a Katy Parra maravillas de Pelegrín y ahora lo compruebo asombrado: ¡cuánto talento en un ser tan sencillo y tan humilde! Una mujer ungida por el don de la bondad. Imagino sus poemas mezclados con los objetos de la cocina, palabras limpias entre la colada limpia, como si no importara: versos planchados con mimo, claros, directos y tan cotidianos que siempre dirán algo. Pequeñas palabras impregnadas de amor que nos hacen más grandes y más dignos. Leyendo a Inma Pelegrín comprendo que se escribe como se es y que para escribir, no sólo bien sino dejando huella, hay que tener el corazón limpio, por más que no siempre podamos.

 

 
02:30 H.

 

 

Cada noche olvidaba
apagar, a sabiendas,
la luz de la cocina.

 

Decía que al volver
podría imaginar que la esperasen,
que aquel fulgor, difuso y ambarino,
afianzaba sus pasos,
que siempre hay que dejar
un resplandor al fondo,
como quien cede un rastro de sí mismo,
y así la madrugada es más benévola.

 

No sé por qué senderos
derrotan sus pisadas,
si son de lucidez u oscuridad,
o si será posible
tropezarse, también, en el vacío.

 

A fuerza de palabras
intento desvelar su para qué,
hasta, de alguna forma,
recomponer aquel desfiladero.

 

Hay veces que una luz se enciende en un poema.

 

Uno vuelve sus ojos al final del pasillo
para salvar a alguien. Quizás para salvarse.

 

Uno guarda prendida alguna excusa
porque quiere creer que no está solo.

 

 

Inma Pelegrín. Cuestión de horas (Dies fugit)
XXXII Premio Hispanoamericano
de Poesía Juan Ramón Jiménez

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Alexis González
29 de abril de 2013 a las 13:04

Muy bueno Antonio, cargado de realidad y de belleza. Un abrazo

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