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A la luz de la luna, los negros somos azules. Moonlight
2 comentariosAhora todo el mundo habla de ella, después del accidentado fin de gala de los Oscar. No soy muy de Oscar. Es un escaparate y un gran negocio. No olvidemos que la industria cinematográfica es una de las mayores fuentes de ingresos de USA (la segunda, según algunas estimaciones), aparte de pieza clave en la acción cultural del país americano. Su forma de estar presente hasta en el último rincón del mundo, su manera de llevar a nuestros ojos lo que sus ojos ven.
Pero a lo que íbamos. Este año estaba especialmente descolgado, dada la abultada acumulación de estatuillas a las que aspiraba la sobrevalorada “La La Land”. Así es que este final accidentado en el cual pasó de ganar el galardón a la mejor película a haberlo perdido en favor de Moonlight me ha sabido a justicia poética.
Tenía pensado escribir sobre “Moonlight” desde que la vi. ¿Por qué ha ganado? Porque es una obra de arte llena de personalidad, épica y estilo frente al vacío retórico, el descafeinado guion y las interpretaciones acomodadas en busca de taquilla de “La La Land”, que es una película bastante mediocre, un producto de esos que hacen los especialistas puliendo hasta dar con los estándares que agradarán al público y asegurarán el taquillazo. Así de simple.
Moonlight, en cambio, es riesgo y personalidad desde el principio. No sabría delimitar su tema, y eso, en este caso, es un mérito, porque, si se tiene el talento suficiente, a veces el tema es la vida sin más. Y saber llevar vida al arte ya es mucho.
La identidad -¿quién soy?-, el precio que hay que pagar por ser diferente, la amistad, la bondad de algunos seres buenos que justifican este mundo, las contradicciones con las que siempre hemos de lidiar, las cosas que toda la vida hemos querido decir y no hemos dicho y son más parte de nosotros mismos que todo lo que hemos dicho, la infancia que nunca nos abandona y está ahí, condicionándolo todo, la ternura que buscamos en tantas decisiones como tomamos sin saber muy bien por qué… Todo esto, forma parte de “Moonlight” sin que tengamos la conciencia de que algo está ocurriendo.
Pero sabemos que las buenas intenciones suelen producir el peor arte. Por lo que este contenido habría podido producir un pestiño de no ser por el talento que rebosa esta cinta escrita por negros, dirigida por negros, interpretada por negros. Sí, ese talento es lo que la lleva a ser lo que es, un puro ejercicio de poesía completamente antipoética, es decir: realizada sin elementos líricos, estéticos, efectistas o sentimentales. Y, por supuesto, el magnífico empastado de las interpretaciones, ese elemento de comunión que intuimos en toda la obra y nos llega a los espectadores con intensidad. Hay momentos sublimes en su sencillez y sinceridad.
“Un día tienes que decidir por ti mismo quién vas a ser. No puedes dejar que otros lo decidan por ti”. No quería decir que Moonlight es una obra maestra, para no ponernos sublimes. Pero ya lo han dicho otros.