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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

9
Sep
2011

La gravedad y la manzana

4 comentarios

 


Los días de verano son propicios para releer libros que nos habían dejado un buen sabor de boca. Lo he hecho con La gravedad y la manzana, un poemario de Beatriz Villacañas por el que consiguen abrirse una ventana hasta nosotros el corazón, le belleza, la inocencia, la sabiduría, la lucidez de la pasión, la gravedad de la verdad, la gravidez del alma.

 

 

Nos abren su luz no sólo para que la disfrutemos, sino para transformarnos y llevar nuestro más profundo a un grado de mayor conciencia que, paradójicamente, acrecienta en nosotros la experiencia y la sed del misterio.

 

En efecto, para Beatriz Villacañas la poesía es conocimiento revelado, un conocimiento que va más allá de lo exclusivamente racional, que es al mismo tiempo idea y emoción. La poesía -nos dice Beatriz- no se dosifica en etapas de aprendizaje: se revela toda entera, es epifanía. La poesía no explica el mundo, da fe de su misterio. La más hermosa paradoja es que, cuando la palabra se acerca al misterio, se puede producir un destello de conocimiento, la epifanía que nos muestra que todo lo revelado proviene de un secreto original.

 

Alcanzada por ese destello es como puede ser, en un mismo acto, revolucionaria y poeta:

 

 

MANIFIESTO REVOLUCIONARIO

 

Devolver a las palabras
la verdad que alguna vez tuvieron.
Caiga
quien
caiga.

 

MANIFIESTO POÉTICO

 

Devolver a las palabras
la verdad que alguna vez tuvieron.
Caiga
quien
caiga.

 

 

Por lo tanto, Villacañas ya no le tiene miedo a adentrarse por el camino de las afirmaciones absolutas, pues sabe y nos hace experimentar que estas, cuando son palabra verdadera, no hacen sino abrirnos más a un horizonte que nos abrirá más a un horizonte que, a su vez…:

 

Mientras la vida acosa, fructifica.
Sabiduría es llegar a un acuerdo con la propia angustia.

 


Villacañas nos pone en la vida como eternos novicios:

 


Novicio franciscano,
joven monje
que se asoma al umbral y ve la muerte
sonriéndole al fin
como su madre.

 

 

…quizá porque es la muerte transustanciación para aquellos que han sabido dejarse amar:

 

(…) Llegará el tiempo, el instante,
en que este cuerpo nuestro se marche de nosotros,
y, así,
nos convirtamos
en lágrimas de aquellos que nos aman.

 

 


Agradezco a Beatriz el regalo que nos hace con este libro único en belleza, en fondo y en misterio. Y a todos ustedes se lo recomiendo encarecidamente.

 

 

 

 

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buena travesía
10 de septiembre de 2011 a las 12:18

Gracias Antonio por esta reseña. Es sugerente ese dinamismo de un horizonte que llama a otro, como una sima llama a otra, y una rosa es una rosa una rosa como nos recuerda Silesius. El dinamismo Eterno de la Vida. ¡ Buena travesía a todos!

Dr.J
10 de septiembre de 2011 a las 14:59

Una excelente escritora y sobre todo magnífica persona.
Aunque, como ya le comenté a ella habría que hacer una apología de la gravedad, sin la cual ¿qué sería de nosotros?

Enrique García-Máiquez
8 de octubre de 2011 a las 03:15

Excelente reseña y buenos botones de muestra. Haré caso de su encarecida recomendación. Abrazo.

Praena
8 de octubre de 2011 a las 11:41

Estimado Enrique: las limitaciones de espacio de un blog -siempre me indican que los post no sean muy largos- obligaba a reducir esta reseña. Habría transcrito más versos de Beatriz, pero lo hermoso es, al menos, dejar constancia de este libro verdadero.
Te agradezco tu entrada, especialmente teniendo en cuenta que eres un poeta a quien he leído y a quien admiro. Tu palabra y tu criterio serán siempre más cualificados que los torpememte míos.
No nos conocemos personalmente, pero espero que algún día podamos coincidir en estas encrucijadas de la palabra.

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