Ene
La emoción nuestra de cada día
4 comentarios
Cuando hablamos de la emoción, es probable que pensemos en reacciones, en alteraciones de la conducta ante determinados estímulos, o en movimientos del sentimiento que afectan a nuestro estado de ánimo y se expresan a través de gestos diferentes de la tónica general en que se manifiesta nuestra vida cotidiana.
Cuando hablamos de la emoción en el arte, es probable que pensemos en manifestaciones de alta intensidad ante estímulos sensibles, intelectuales o afectivos que por su expresividad o su belleza despiertan en nosotros respuestas especialmente perceptibles y a veces desconocidas por nosotros mismos hasta entonces.
Sin embargo las emociones forman parte del continuum de la vida. El arte, como espejo de la misma vida y como incitación a ella, también refleja esas emociones minúsculas y cotidianas que son, por su presencia constante, incluso más determinantes que los grandes momentos emotivos.
Bill Viola vive atento a ello a través de su arte. Sus trabajos en video exploran las emociones en toda su gama, desde aquellas que nos golpean de vez en cuando a aquellas que conviven con nosotros a cada instante.
Y lo hace exprimiendo los recursos mínimos del videoarte, es decir, sin llegar a convertirlo en cine, que es otra forma perfecta para profundizar en las emociones pero que difiere del formato del video en cuanto que éste se centra en la imagen estática, sin narración o cambio de planos, y con la menor atención prestada al suceder temporal.
El videoarte no es la fotografía ni es el cine. No es una imagen congelada ni una historia trascurriendo. Más bien es un instante dilatado, una situación concreta abriéndose en sí misma.
Bill Viola, valiéndose de este arte que nos abre a una nueva percepción de la realidad desde otro registro, entra en las emociones y las deja estar en nosotros. Especialmente esas emociones pequeñas y sutiles que lo empapan todo. Las ralentiza, las dilata y, con ello, nos saca fuera del vivir rápido y nos muestra cuánta riqueza se esconde en los pliegues de nuestra vida, cuánto puede ser albergado en un detalle.
Pero además, y esta es una de sus características más personales, Viola pone esas emociones nuestras de cada instante en relación con las emociones cruciales de la historia de la humanidad, de la espiritualidad y del arte. Muestra con ello la cohesión entre lo pequeño y lo enorme, lo sutil y lo desproporcionado, lo de todos los tiempos y lo de ahora, lo que el arte ha perpetuado y lo que aún es arte de vivir. Lo nuestro –un nosotros en que el yo no importa demasiado- y lo ajeno.
Celebro que Bill Viola vuelva a presentar su trabajo en España, ahora en la Real Academia de BBAA de San Fernando de Madrid. Contemplé una exposición suya hace años en Granada y es difícil de olvidar.