Jun
Junio muy junio
3 comentarios
Entrábamos en la Iglesia. A la puerta se agolpaban niños que acababan de hacer su primera comunión. Según íbamos avanzando, se escuchaba una música de guitarras, bajo eléctrico, batería, coro…. Por un momento pensé que se trataba de una grabación, de esas grabaciones de música religiosa festiva que se ponen en tiempo de Pascua y máxime en un día de primeras comuniones. Pero, adentrados en la nave de esta Iglesia imponente de Santo Tomás de Ávila, llegando ya al presbiterio, nos dimos cuenta de que se trataba de un conjunto musical que tocaba en directo. Parecía extraño en este marco gótico, plateresco, con el sepulcro tallado por Fancelli, el retablo de Berruguete… Sin embargo, según la celebración avanzaba, la música se hacía natural, le daba al espacio celebrativo una dimensión distinta. La gris y fría piedra se hacía menos dura. Conocíamos muchos de los cantos: los cantábamos y el pueblo los cantaba. Un niño de pocos años se movía tras el presbiterio acercándose a los cantantes, se sentaba, los miraba, volvía con sus padres. Nos sentíamos pueblo, nos sabíamos celebrando una alegría con razones. La predicación del obispo, Mons. Raúl Berzosa, recogió el espíritu de las lecturas y lo supo transmitir y contagiar a cuantos nos encontrábamos allí.
Hubo un momento en que sonaron un par de compases. “Es el Aleluya de Leonard Cohen” -le dije precipitadamente a Vicente Botella, que se encontraba a mi lado-. Pero sí: era el Aleluya de Cohen, con letra adaptada a las lecturas. La letra hablaba de victoria. Sobre la muerte, victoria. Daba razones para la esperanza. Y esta misma semana le han dado el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Cohen. Y es coincidencia. Yo escuché a Cohen por primera vez con un vals para Federico García Lorca. Hoy, 6 de junio, es el cumpleaños de Lorca. Mi amigo Pedro Enríquez ha organizado, junto con Laura García-Lorca, la sobrina de Lorca –que se parece a su tío- un 5 a las 5 en 5 ciudades del mundo y yo no sé por qué digo todo esto. Quizás es muy sencillo. Juan Antonio González me dijo que se necesitan hombres que se muevan por espacios contrapuestos con la naturalidad del viento. Vicente Gallego me ha recordado que quien mira limpio y con el corazón encuentra a Dios en todas partes. No es lo mismo mezclar que buscar relaciones. Bastantes fragmentos hay ya. Hay que recomponer el rostro que se pierde en los fragmentos. Pero no hay que tener miedo a hacerse cortes en los dedos. Versificaba Antonio Portela que hay que ser absolutamente posmodernos, romper el rígido perfil de los catálogos -aquí lo interpreto yo-. Los del 15-M dicen que hay un nuevo paradigma. Es complicado y es sencillo. Me contamino de influencias si es preciso, porque ya lo dice la Primera Carta de San Pedro: el amor cubre la multitud de los pecados. (1Pe 4,8).