Ene
Ibi Oculus
1 comentariosDonde el amor, la visión. Ubi amor, ibi oculus. La frase es de Ricardo de San Víctor y de ella ha tomado nombre esta nueva revista (IbiOculus) de la que me ha dado noticia un amigo.
El primer número contiene una entrevista con José Mateos. Es uno de mis favoritos, aunque se mantiene fuera de las modas poéticas y de los círculos de influencia editorial. Les recomiendo la entrevista y sus poemas. Es algo larga. Para los que tengan menos tiempo, entresaco dos párrafos de extremada hondura. Y un poema de hondo estremecimiento.
Me parece que el riesgo estético en sí mismo no vale nada. Ese es uno de los malentendidos que sostienen la gran mentira del arte y de la literatura contemporáneas, que en su mayoría es juego, escándalo y danza histérica alrededor de la nada. El único riesgo estético que me interesa es el que va más allá de lo meramente estético, de lo puramente artístico y literario, y se traduce en una verdad de orden espiritual. En no sumarse al mal y a la mentira cuando el mal y la mentira reparten beneficios, en desoír a las sirenas de la satisfacción y en ser fiel a la tarea para la que uno fue llamado. En eso consiste el verdadero riesgo.
[…]
Es posible que, como dicen algunos, la poesía no tenga fuerza para cambiar el mundo, pero sigue siendo capaz de cambiar a una persona por dentro, y eso –creo yo– es suficiente. Por otra parte, hay que recordar que a la poesía, desde la antigüedad, se le ha reconocido el don de la profecía. Las grandes catástrofes siempre han estado precedidas por el canto de los poetas que las sufrían interiormente, anticipándose a ellas.
UN FRAGMENTO DE
(…) Lejos del ruido, en una casa en orden,
cuando dos que se quieren viven juntos
y juntos son la vida, algunas veces
es el amor la soledad perfecta.
Y al amar, los sentidos que codician
todo el fulgor del mundo, que nos atan
muy fuertemente al mundo, son de pronto
lo que más nos aleja de este mundo.
¿Y hay entonces un gesto, una palabra
capaz de apaciguar el daño que hacen
las garras que se vuelven aire y plumas?
¿Cómo hablar de un amor sin ensuciarlo?
¿Cómo se puede resumir el cuerpo
que uno ama, en un beso, una caricia?
¿Cómo saber, en la agitada noche
de estridencia y de alcohol, cuando te besan,
si es la vida o la muerte quien te besa?
Sin saber que es amor siente el amor
más plenamente quien lo sueña a solas.
Sin saber que es metal se hunde la espada.
Huele la rosa sin saber que es rosa
y que es olor y espinas. Sin embargo,
nadie puede ignorarse. Sin embargo,
al amar, nadie puede aislar lo que ama
para subir más alto, nadie puede
decir: te quiero, sin decir: te alejas,
me confinas, te impones, te destrozo. (…)
José Mateos (de La niebla, 2003)