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HOMENAJE A LOS QUE VIVEN
8 comentariosHa pasado todo tan rápido que no sé bien qué ha sucedido.
Lo bueno de que ciertas cosas se desplomen sobre ti demasiado joven es que no te das del todo cuenta de lo que está sucediendo.
Apenas quince días antes de morir, Fray Vicente y el Padre Gonzalo votaban para que yo siguiera estando al frente de la comunidad. Ellos, los más mayores, eran mi secreta fortaleza y ahora, el uno un día después que el otro, me han dejado solo.
Han muerto santamente y mucha, mucha, mucha gente los ha llorado. Lo único bello que encuentro en la muerte es el hecho de poder morir en Cristo.
En los últimos meses de hospital acompañando a Vicente a la quimioterapia, o ya incluso cuando su dolor era insoportable humanamente, en silencio leía yo a Rosales. Ahora, mientras intento dejar ya de llorar, abro a Rosales y releo cuanto en aquellos momentos subrayaba por motivos literarios. Parece que anticipaban lo que me aguardaba por sentir:
Lo que suele venir es el cansancio,
la vida y su desagüe en el ahorro,
y ese arrepentimiento primordial de saber que lo vivo era lo otro,
cuando ya está perdido.
Llevado por el entusiasmo y las ganas de vivir que tenía Vicente, así como por lo inesperado y la discreción en el caso de Gonzalo, no me despedí de ellos.