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Hablemos de sexo
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Ayer celebramos el primer acto del ciclo Poesía y música en los conventos. Estuvo dedicado a la poesía espiritual y mística India. La lectura de los textos en estos actos nunca va acompañada del nombre de los autores; y así, los asistentes pudieron escuchar juntos, pero sin saber de quiénes eran, desde versos devocionales indios a oraciones de Teresa de Calcuta, Ghandi, Clara Janés o Rodrigo Carrera –un excelente poeta amigo cuya obra última está brotando allí en la India-. Todo ello acompañado de las vibraciones de los cuencos de cuarzo y tibetanos.
Siempre hemos tenido llenazo, aun en las Iglesias más grandes de Granada. Ayer el pequeño convento de la Concepción estaba, nuevamente, a rebosar. Y me sorprendió la abundante presencia de gente relativamente joven, atraídos, tengo la impresión, por el aspecto espiritual del acto. Me consta expresamente que muchos acudieron atraídos por Swami Purohit, un maestro espiritual indio que no necesitó más que cantar dos oraciones en su dialecto para transmitirnos paz y alegría.
Y a esto es a lo que iba: la espiritualidad es una necesidad del hombre de hoy. El público no tenía ningún reparo en cerrar los ojos y dejarse conducir por los versos, la oración, la música…
Sin embargo, me parece que la propuesta cristiana está demasiado centrada en los aspectos morales. Se pide diálogo entre fe y cultura, fe y arte, pero siempre con la brida moral bien sujeta. Se trata de anunciar el evangelio pero nos detenemos en ciertos códigos morales, frecuentemente reducidos, para más irritación, a la sexualidad. Jesús fue un Maestro espiritual y sus seguidores nos presentamos como guardianes de unos comportamientos que no pueden comprenderse sin el Espíritu inspirador, el Espíritu de Jesucristo.
Los signos de los tiempos alumbran una dirección pero nosotros miramos en otra. Nos empeñamos en mantener la fachada de un edificio que más bien requiere ser recimentado. Pero claro: para ello tendríamos que refundarnos espiritualmente en Cristo y eso implica demasiado.
Asistimos a esa sed espiritual de hombres que buscan en fuentes distintas y, sin embargo, nos detendremos en advertir de los peligros del sincretismo posmoderno, de las contradicciones que hay en ello, de su carácter evasivo… todo ello con no poca razón. Pero, analizando y rechazando las espinas de la rosa, ocurrirá que tiraremos la rosa a la basura… y seguiremos hablando de sexo, digo, de moral.