Abr
freaky ESC
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Sí, ya sé que esto es muy freaky, pero ya que hay que llevar la etiqueta de postmoderno, acarreemos con las peores consecuencias: me gusta Eurovisión.
Ya en serio (¿serio?). Cuando miro esta mezcla de folklores patrios, sintetizados con almíbar, al que cada año se suman más países y alcanza mayores audiencias, me pregunto qué hay que hacer para captar la atención y el favor del público en exactamente 3 minutos. Y la respuesta es que, aparte de una canción bonita, de entre las que a uno le gustan se nos queda aquella en que el artista pone algo más.
El tema me lleva a otras realidades. Lo llaman traspasar la cámara, enganchar las miradas a tus ojos. En teatro se habla de romper el cuarto muro. En retórica, atraer los sentidos hacia las palabras. Me lo he preguntado también en algún museo: ¿por qué de entre dos maestros recordaremos siempre a este y no a aquel? Muchos factores, pero uno es clave: este ha querido ir más hondo y más allá, y para eso ha escarbado en sí mismo, porque nuestra persona es la primera materia de un artista.
En igualdad de condiciones, el alma es la que triunfa. Las agencias de publicidad lo saben. Todos queremos ver lo intangible humano; nada conmueve más nuestras entrañas que otras entrañas expuestas. También los reality lo saben; y la prensa rosa. Por eso es serio tenerlo presente para no caer tan bajo.
Me confesaba hace poco un amigo que ha terminado un libro bastante confesional, con la mala prensa que ello tiene en los ambientes literarios, pues el riesgo del sentimentalismo aumenta considerablemente. Yo le decía que no importa. No importa exponer los sentimientos con tal que la exigencia formal extreme sus alertas. No hablo de nuestra biografía. Esa sólo se cuenta a quienes de verdad nos aman y amamos. Hablo de una verdad que se muestra en nuestra historia y nuestra carne aunque no sea nuestra historia y sí duela en nuestra carne.
Y sí, también en Eurovisión. Los shows posmodernos no se diferencian en esto de los pequeños círculos culturales, tan pedantes y almibarados a veces como aquellos, porque, al fin y al cabo, humanos somos todos por más solemnes que nos pongamos.
Un artista verdadero soporta 3 minutos de primer plano sin efectos, luces ni maquillaje. Hagan apuestas, yo ya tengo las mías. Y no, no es Holanda, aunque me agradaría.