Ene
Expiación (I)
4 comentariosEs un gran error ese que, movidos por cierto complejo y cierta culpa, hemos cometido en nuestro catolicismo con pretensiones de actualidad. Consiste en dejar fuera de nuestras categorías conceptos que no son sólo conceptos sino realidades contundentes de la vida. Por ejemplo: relegar al olvido palabras como sacrificio o expiación.
Y es un gran error porque el sacrificio y la expiación están presentes irremediablemente en la vida. Si nuestro cristianismo los margina o relega, se queda sin responder a algo que, de suyo, ya está marcando nuestra existencia. La expiación existe, nos demos o no cuenta de ella. Expiamos errores, expiamos decisiones, expiamos opciones, expiamos culpas, expiamos omisiones, expiamos maldades, expiamos cegueras. Las cosas se pagan. Aunque nadie nunca lo sepa, las podemos estar pagando durante toda nuestra vida. La fe lo que hace es inundarlas de sentido. Sin ser asumidas por la fe, se expían demasiado humana, desesperada y angustiosamente. La fe las transmuta en partos de redención, de renacimiento, de superación y de esperanza. Las santifica.
Pero por aquello de querer agradar, de actuar clientelistamente, omitimos nombrarlas y por lo tanto rebajamos la vida y su carga existencial inherente a un cristianismo light y sentimentaloide que al final acaba por no ser atractivo para quien busca respuestas rotundas y vive su condición humana a todo riesgo.
Tienen, claro, que venir algunos artistas o simplemente algún buscador de intensidad para retomarlas. Y entonces nos queremos incorporar a la actualidad de aquello que nosotros mismos habíamos defenestrado.
Se acaba de estrenar la película Expiación, la versión de la novela homónima de Ian MacEwan. Me parece conmovedora. Volveré a hablar de ella. Porque ahora sólo quería apuntar a ese pseudoprogresismo para con la fe que lo único que hace es depauperarla y, lo más triste, dejarnos sin redención experiencias que son y que se imponen como puños en la vida, con tal de que queramos reconocerlas.