May
Es más fácil morir que vivir
1 comentariosDecía un tío mío: ahora que tenemos la tele en color, hacen las películas en blanco y negro. Pues razón no le faltaba. Ciudad de vida y muerte es una película en blanco y negro.
Hay varias razones para ello. Diremos una. Cuando repasamos las fotografías de las masacres del pasado siglo en nuestros libros de texto o en los documentales sobre las guerras mundiales, los campos de concentración, los exterminios sistemáticos, etc… las imágenes están en blanco y negro. El color de la historia del siglo XX ha sido el blanco y negro. Y esta película tiene la voluntad de ser un documento más para la memoria histórica y política. Que en tu recuerdo se sitúe junto a aquellas fotos y documentales del siglo pasado entre las que quiere incrustarse.
La crueldad filmada en Ciudad de vida y muerte abarca todas las dimensiones del ser humano: crueldad física, psicológica, sexual, política… Hasta el punto de que la idea vertebradora del relato no puede ser más que esta: es más fácil morir que vivir, frase que, pronunciada no por una víctima del bando perdedor, el chino, sino por uno de los oficiales japoneses responsable de esa masacre inimaginable, es más dura todavía. ¿Cómo seguir viviendo después de haber visto lo que ha visto, de haber hecho lo que ha hecho, de haber consentido lo que ha consentido?
Pero claro, hay que saber contarlo. Porque si no, se puede incurrir en la gratuidad de la violencia, en la sensiblería, en el dualismo, en el chantaje afectivo, en la ridícula grandilocuencia, en el panfletismo. En definitiva: en dejar al descubierto, como a veces ocurre en otras películas, novelas, discursos y sermones, que la brutalidad de lo contado al narrador le importa un bledo, pues sólo se vale de ello para buscar en el espectador su aplauso, sus lágrimas, sus instintos: a sí mismo, en definitiva. (El arte no es cosa de sentimientos -me afirmo en ello, aunque choque-). El director Lu Chuan sale airoso de estos riesgos en esta cinta, justa merecedora de la Concha de oro de San Sebastián, que hay que ver más vale tarde que nunca.