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Emoción formal
2 comentariosEl Premio Nacional de Poesía de este año ha sido concedido a Antonio Carvajal, el poeta granadino cuya obra representa la continuidad del clasicismo formal más exigente así como su renovación en temas.
El Premio Nacional de Poesía es una distinción que otorga el Ministerio de Cultura y, aunque se otorga a un libro concreto, en realidad se trata del reconocimiento a toda una trayectoria.
La obra premiada en este caso es “Un girasol flotante”, la recopilación de los poemas de Carvajal dedicados a amigos. Es de agradecer que el libro premiado coincida con una celebración de la amistad y de las relaciones personales y literarias fraguadas a lo largo de toda una vida entregada a la poesía. Vida y obra, palabra y amistad unidas en este caso.
Como director que era en aquel momento de la Cátedra García Lorca de la Universidad de Granada, Antonio quiso presentar la primera lectura que hice en esta ciudad y desde entonces la confianza entre nosotros ha ido en aumento. Tanto que intrépidamente le dije en una ocasión que me gustaba su obra, que he disfrutado mucho y aprendido en ella –Antonio es uno de los mejores especialistas en métrica española- pero que siempre he echado en falta algo de emoción, que la belleza formal de su poesía es perfecta, pero que me quedaba siempre una necesidad de ir más allá, de unir a la experiencia estética una llamarada, un no sé qué…
Bueno: supongo que Antonio justificó mi impertinencia con dosis de magnanimidad y paciencia. Pero la cosa es que un día, no sé cómo, llegaron a mis manos unas fotocopias de unos poemas compuestos por él para acompañar la interpretación de las 7 palabras de Jesús en la Cruz de Haydn. Se trata de 7 poemas nacidos de cada una de estas palabras y en los que por primera vez encontré la angustia vital, la soledad, la impotencia, la desolación por el amor traicionado, la oscuridad y el silencio de Dios en la voz de Carvajal a través de unos poemas de belleza tan rotunda que rayaba lo sublime.
Tiempo después, en el transcurso de unas jornadas a las que Antonio, hombre poco dado a ambientes religiosos, tuvo la osadía de invitar a un cura -con la mala prensa que da eso en algunos ambientes intelectuales- para dar una conferencia… Digo, en el transcurso de esos días de reflexión y arte, volví con mi habitual impertinencia a decirle a Antonio que me habían conmovido esos poemas. Y que me llamaba la atención que hubiera sido precisamente en el abordaje poético de este momento de la vida de Jesús donde yo había encontrado más espléndidamente desarrollada su genialidad.
En fin, Carvajal ya me aguanta todo tipo de impertinencias. Supongo que me da por un caso perdido. O que la amistad suple.
Le felicito por este reconocimiento y espero seguir aprendiendo de él y en su compañía.