Jun
El tiempo es un león de montaña
0 comentarios“El tiempo es un león de montaña” (Ed. Visor), un libro conquistado a la experiencia y a sí misma, es el último poemario de Trinidad Gan. Por él obtuvo el XX Premio de Poesía Generación del 27.
Creo que es ésta una obra de inspiración cubista. De un modo que guarda similitud con el cubismo, en “El tiempo es un león de Montaña” desaparece la perspectiva única y son tratados los temas desde una composición de “perspectiva múltiple”.
En estos poemas podemos adentrarnos, al mismo tiempo y en el mismo plano, desde perspectivas diversas. Sin embargo, al contrario de lo que ocurría en la pintura, donde se buscaba suprimir la sensación de profundidad, la implicación de la experiencia y del sentimiento, que Trinidad sí incorpora, nos va a otorgar profundidad y emoción.
El sujeto poético es, a la vez, quien mira y es mirado. La persona cuya voz nos habla comparece ante el lector y, a la vez, se distancia de la poeta retratada. Es sujeto y es objeto. Es ella y otra, muchas otras. Es su fiera y la presa que su fiera devora.
La poeta convive con ella misma en el pasado. Trata de advertir a la que fue sobre el futuro que le espera, prevenir lo inevitable. Pero lo inevitable es ella, la suma -y algo más- de todos los tiempos, ciudades, asfaltos, rellanos y escaleras que la han traído hasta aquí. Este libro es un puzle roto, un espejo roto en otros tantos espejos -poemas- rotos y cuyo único fondo estable es la poesía misma.
Viaje, tiempo, perspectivas, memoria, sueño, son, al fin y al cabo, formas de parafrasear la vida. Trinidad ha vivido la suya, una vida hecha de muchas vidas, y ha hecho del azar su propio juego, y de los muchos rostros posibles su propio rostro. Este libro muestra que en la vida llega un momento de atajarle el camino al camino, de salirle al camino al camino mismo.
Por ello la poeta sale del cuarto gris donde en entregas anteriores la encontrábamos, para romper paredes, desalojar la ceniza acumulada y quedarse sólo con el fuego, que es, al fin y al cabo, lo que importa, lo que arde, lo que era poesía en tantos poemas. Es un libro sin miedo, o, quizá, un libro que mira a los ojos del miedo como quien mira a los ojos de la fiera, del león, del tiempo, de sí misma.
El mismo tiempo que deshilacha nuestro tejido existencial es el que teje nuestra verdad, pues nuestra verdad es temporal, es en el tiempo, es tiempo. Por eso la poeta que se enfrenta aquí a su furia, a su estrago, es la misma que ha de reparar los daños, rehacer el orden, volver a poner en pie las cosas que el león ha arrasado para, luego, decirlo, decírselo, decírnoslo.
Quizá por eso cobra una especial relevancia en estos poemas la metapoesía. Si a esto le sumamos que estamos ante un libro de madurez y de balance, nos damos cuenta de que a Trinidad lo mejor que le queda, después de decir adiós a las cosas que no eran sino un lastre, es el lenguaje mismo.
Para los apache y walapai de Arizona, el león de montaña (o puma) fue precursor de la muerte. Precursor de la muerte: teníamos que llegar aquí y temíamos llegar aquí, pero estaba anunciado desde el principio. Que sea precursor de la muerte un animal tan bello como el león de montaña nos habla, en realidad, de la belleza de la vida y de la furia del instante y de la potencia del presente.
Creo que en este libro Trinidad llega a un acuerdo consigo misma, a un pacto con su verdad, a un compromiso con su futuro. Y ese pacto se firma en verso, un verso definido con esa belleza que tienen los seres salvajes cuando están en calma, en reposo.