Oct
Él quería
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Él quería otras circunstancias. Quería haber formado parte de la estela de poetas que, desde la locura de Dios, siempre han ensanchado los márgenes de la literatura y la han revolucionado. Él se había esforzado por tener voz en el mundo de fuera de las sacristías, algo por lo que las generaciones anteriores habían luchado. Pero ahora el panorama era distinto, y también, a los ojos del mundo, los curas, mejor que se quedaran diciendo misa y se dedicaran a sus cosas. ¡Como si no tuviera bastante con lidiar con los que desde dentro le decían: que no, que no, que tú no pintas nada con esa gente, que son ateos, raros; llevan mala vida y al final te van a meter sus ideas en la cabeza! Él quería otro contexto, otras facilidades. Porque hasta lo que para él resultaba obvio, ahora no lo era, y para la gente de la cultura resulta que la religión, los frailes, las monjas, han sido los enemigos del saber y del arte. Los fundamentalistas. En fin, desolador: ¡tantos siglos de historia tragados por el sumidero! Pero él tenía prisa, él era ambicioso; estaba seguro de sí. Él. Él. Él quería estar en las antologías, en las bibliografías; cambiar con un poema el curso de las cosas. Él quería un panorama más permeable. Él quería navegar con otros vientos, menos cambiantes, más favorables; por ejemplo, haber nacido en otros paradigmas, coyunturas, escenarios. Otra década, otro siglo, un siglo diferente… Pobre tonto. Y no se daba cuenta.
No se daba cuenta de que su siglo era su reto. De que no hay siglo más hermosos que el siglo de uno. De que uno nace cuanto tiene que nacer y muere cuando tiene que morir. De que no hay siglo más hermoso que este día: Granada, 25 de octubre de 2009.
Las 5 y media de la tarde.