Mar
El más bello de los hombres
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Dedicado a Elena Escribano
Tiene la belleza la propiedad de mostrar la unidad de aquellas cosas que en su aislamiento no significan nada. Hay belleza cuando incluso el dolor encuentra –contra todo pronóstico, contra toda lógica, contra todo sentido- un lugar.
Está muy cerca del amor la belleza así entendida. Es capaz de dejarnos mirar lo que en sí mismo es espanto. Ella nos muestra el lugar de lo que no tiene lugar ni tiene derecho a tener lugar. La sombra, el daño, el llanto; el acecho de la muerte; la soledad; el deseo de extinción incluso, pueden ser mirados si es la belleza la que los muestra y dispone, la que otorga la luz en que verlos.
Esto que decimos no tiene legitimidad; ni siquiera tiene derecho a tener sentido. Pero ocurre, y ya está. En otra luz, intolerable.
Es algo sólo comprensible como amor. No en vano, desde Platón, la relación entre amor y belleza forma parte de lo que podemos decir del amor y de lo que de la belleza podemos decir.
Porque, como en la belleza, en el amor también el dolor acaba siendo parte misma de la experiencia de un amor cumplido en sí. Porque se acaban quedando dentro de él -del amor- todo el daño, el sinsentido; toda la pérdida, el desconsuelo; todo el absurdo, la oscuridad; todas las palabras vacías, las contradicciones; los sacrificios, las soledades que han jalonado los caminos del amor para serlo. Llegan a ser partes de sí mismo. No sólo lo muestran sino que lo configuran.
Se queda dentro de lo que es amor en nosotros todo lo que no ha sido amor para nosotros. Sólo él puede acogerlos, sólo él los trasmuta en sí mismo sin que dejen de ser el dolor que ellos mismos eran y son.
Un nuevo estadio nos los muestra como otra cosa, como nos muestra la belleza el sentido de un trazo fragmentado, de una mancha absurda, de una quiebra del sonido. Una nueva mirada nos los ofrece en su otra luz, la luz de la belleza, que es el amor.
Sólo la belleza del amor nos muestra que cuando nada es verdad, cuando nada es bueno, cuando nada escapa a la fractura, todo en realidad es verdadero, bueno e íntegro.
No en vano se refiere el profeta al magullado, herido, apaleado, abandonado, traicionado, atravesado y sangrante hombre de la cruz como el más bello de los hombres.