Jun
El hábito
2 comentariosParece que hasta a los más modernos les ha llegado la onda de que el hombre del momento presente es un hombre simbólico. Proliferan las liturgias laicas: antorchas olímpicas, ceremonias de apertura o clausura, logos tratados como obras de arte, vuelta a los uniformes, insignias deportivas... En medio de una cierta religación del hombre actual (religación que no es siempre sana, que es a veces muy alienante, pues deja a muchos hombres colgados de ídolos y creencias de lo más peregrino y peligroso) el símbolo permanece con su fuerza atractiva, sugerente y comunicadora.
El hábito dominicano se presenta como uno de los símbolos con los que comunicamos algo de nosotros. Su sencilla presencia blanca ya testimonia una forma luminosa de estar presentes en el mundo. Todos aceptamos que el símbolo pierde su fuerza si es mal usado, abusado, descontextualizado. Por su misma potencia, un mal uso del símbolo se vuelve contra aquello que quiere testimoniar.
Ahora bien, esa vuelta a nuestros hábitos, ¿es un mero esteticismo?, ¿es síntoma de la necesidad de estar en esa onda posmoderna y neoreligiosa?, ¿es símbolo que apunta a una realidad más allá de las ideas y las palabras?,¿responde a la necesidad de ayudarnos a nosotros mismos a profundizar la liturgia, a expresar lo sagrado del momento y el lugar orante y celebrativo?, ¿es predicación, es comunicación visual, signo de trascendencia, de pertenencia..., o estrategia de mercado? Y, en cualquier caso ¿sería malo hacer estrategia de imagen?