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Blog El atril

Fray Antonio Praena Segura, OP

de Fray Antonio Praena Segura, OP
Sobre el autor

19
Nov
2016

El derecho al asombro

4 comentarios

Algo empieza a estar muerto, en la literatura y en la vida, cuando dejamos de asombrarnos. Alguien lo dijo mejor, testimoniando qué pocas cosas le hacían ya volver la cabeza para mirar. Es como un río que se seca: sin arrastrar nada, todo se lo lleva consigo.

Tiene el hombre derecho al asombro. Y lo tiene el lector. Por ello hay autores a los que tardo en regresar: para no perder, precisamente, el asombro. Es el caso de San Juan de la Cruz. He tenido que volver a leerlo y ha sido nuevamente el asombro. Pero esta vez por algo previo a consideraciones e impresiones. Asombro por el hecho mismo de su estar ahí.

Que exista un autor que es cima de la espiritualidad y cima de la poesía; que converjan estas dos dimensiones; que sea posible -y no solo posible, sino algo real y culminante- que un hombre absolutamente evangélico sea un hombre absolutamente poético, me ha vuelto a despertar el asombro.

Porque cuanto más se adentra en el seguimiento radical de Cristo, más intensa, más perfecta, más arriesgada se hace su poesía. Es algo a reivindicar en el contexto de acercamiento entre fe y cultura.

No es vano razonar esto según uno de los principios fundamentales de la teología de Santo Tomas de Aquino, “la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona”.

La acción de la gracia de Dios, la acción del Espíritu Santo en la vida del hombre, no ha de conllevar, mejor dicho, no puede suponer en ningún caso, la mengua o la pérdida del ejercicio de sus dones naturales. Todo lo contrario: la acción profunda y verdadera de la gracia de Dios en el hombre ha de llevarlo a desplegar, potenciar, perfeccionar y plenificar las luces que en la naturaleza le han sido dadas: su inteligencia, su sensibilidad, su libertad, su sabiduría y, por supuesto, su creatividad.

Frente a espiritualidades del miedo y de la coacción en las que el ser humano cada vez queda más empequeñecido, anulado o atemorizado por la acción de Dios -una acción que dudo sinceramente sea la verdadera presencia de Dios, pues muchas veces se trata sólo de una experiencia religiosa alienante, insana, inauténtica-, yo encuentro en el sencillo y asombroso hecho de la existencia de la poesía de Juan de Yepes una prueba de la maravillosa correspondencia y armonía entre el plano de la gracia y el plano sobrenatural.

Tanto más cuando, como expresamente revela Juan de la Cruz, esos dones son para los demás, así como para ensalzar y embellecer la ya hermosa creación.

San Juan de la cruz no es peor escritor por el hecho de ser más santo, sino que, cuanto más se adentra en la espesura de la santidad, más crece la intensidad, la perfección, la luminosidad y sabiduría de su poética, no solo en lo que se refiere al contenido sino, y ahí lo deslumbrantemente asombroso, en lo que se refiere a la forma, al modo de escribir.

La acción de la gracia no sólo produce una obra santa, sino un estilo literario original y desbordante.

La sola presencia y figura de la obra sanjuanista es una irrupción del Espíritu Santo en el lenguaje de los hombres de la única forma en que el cristianismo puede concebirlo: plenificando, perfeccionando, aquilatando, llevando a la máxima expresión aquello en lo que se ha encarnado.

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DrJ
19 de noviembre de 2016 a las 18:40

La belleza del dogma

Anónimo
20 de noviembre de 2016 a las 17:23



La mirada a-sombrada, confluye en La Mirada. Como un laser directo al Punto-Luz.

En la mirada místico-poética de Juan de la Cruz, haces luminosos dominicos de los místicos del Norte (Eckhart , Ruusbroec, Tauler ) tamizados por la censura reinante. Y a lo lejos, místicos sufíes. Rumi nos transmite esa mírada místico poética.
Asombro,la necesaria mirada virgen –reflejo de Novedad Primera-, de vuelta a casa, volviendo a ser como niños. Segunda Inocencia. Divinización.

Mil gracias Fray Antonio.

ap
20 de noviembre de 2016 a las 18:18

Cuando el corazón está henchido de amor y purificado en la noche de los sentidos y del espíritu, todo horizonte -Rumó, los renanos...- comulgan en la misma luz.
Gracias, anónimo lector

Martín Gelabert
17 de diciembre de 2016 a las 23:35

Disculpa, Antonio. Estoy haciendo una prueba para ver si entra ese comentario, porque en mi blog no hay modo de introducir mis propios comentarios. Si te entra, no lo publiques. Gracias.

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